El tema regional es cada vez más importante; diría trascendental, en el escenario de la inversión y desde luego en el del desarrollo.
Las regiones en Colombia han crecido sin organización, sin objetivos claros y también sin planeación adecuada. Podríamos agregar que sin instrumentos de presión acordes a sus particulares necesidades, lo que ha significado que el crecimiento se dé en desproporciones y desigualdades que a cualquier observador aterra y conmueve.
Vienen las elecciones y comienza el proceso de ventilación de las necesidades, a la par que las ofertas para solucionarlas. Todo se vuelve indispensable y urgente, y la esperanza se alimenta para que se traduzca en votos el día en que las urnas se abren.
Pero el fondo de la cosa, es que mientras no exista una verdadera identidad regional, con canales adecuados y formalizados, en donde se analice el contexto y el impacto en la población, será difícil obtener resultados más ambiciosos, más justos, más equilibrados dentro del conjunto de la población.
Los antioqueños han avanzado en el objetivo y tal vez esa es la razón por la cual obtienen más participación que los demás: más recursos, más obras ejecutadas, más servicios públicos esenciales y hasta más burocracia que el resto de las regiones. "¿Antioquia cómo va?" es la pregunta, cada vez que se habla de una distribución y si la respuesta no es satisfactoria, de inmediato se generan problemas de gobernabilidad, debido a la capacidad de presión de la región.
El Valle del Cauca ha querido hacer una cosa similar y algo ha logrado; la Costa Atlántica también ha pretendido hacerse valer, aunque ha obtenido poco, y el resto de las regiones no han intentado nada y el resultado es que son las más atrasadas del país, en donde es posible observar grandes desequilibrios, que es necesario corregir cuanto antes, pues en la misma Colombia no pueden seguir coexistiendo regiones que lo tienen todo y otras que no tienen casi nada.
La recientemente creada Consejería para las Regiones, debería trabajar arduamente en estos temas: fortalecer la planeación, empujar la inversión y acortar la distancia del desequilibrio.
Y en el interior de las regiones, es necesario sembrar la conciencia de lo que debe ser el tratamiento justo que deben recibir a la hora del reparto, y de la atención de las necesidades básicas. Una región con objetivos claros, debe ser imparable a la hora de exigir lo que le corresponde con justo derecho.
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