Jorge Enrique Pava


El alcalde Rojas hizo presencia la semana pasada en la zona donde hoy, gracias a su indolencia e ineficiencia, se percibe con claridad la parálisis en el desarrollo de la ciudad y el gran retroceso en la empresa de mayor envergadura de los últimos años: el Macroproyecto San José. Y fue a recibir lisonjas, aplausos, adulaciones y loas (en gran parte proferidas por sus propios empleados) en sus acostumbrados actos populistas que, como lo habíamos advertido, no aportan a las soluciones pero generan falsas expectativas, convirtiéndose en una bomba de tiempo de incalculables proporciones.
Y llegó pidiendo perdón a los habitantes del sector por las incomodidades que les ha causado, tratando de limpiarse las manos y de posar de víctima solidaria por un proyecto que él tiene paralizado y que él, y solo él, ha podido y puede reactivar. Lo que no les dijo es que llevamos nueve meses de una paquidérmica administración que ha preferido sentarse a mirar el retrovisor y a acomodar los acontecimientos pasados a su demagógica conveniencia, y ha desaprovechado recursos, tiempo e iniciativas por el censurable placer de adobar su vanidad y su narcisismo politiquero.
Como tampoco les dijo que fue por su voluntad (o por su egoísmo) que el tramo de la Avenida Colón que dejó totalmente terminado la pasada administración, solo se vino a habilitar pasados cinco meses de su mandato; o que la continuación de dicha Avenida no va a ser posible mientras sus esfuerzos se centren en pintar cebras cada ocho días, descuidando (a favor de los contratistas) los contratos firmados y en ejecución, por los cuales tendremos que pagar altísimas sumas de dinero adicionales; o que los problemas sociales que hoy soportan los habitantes de la zona de San José, estarían solucionados si se hubieran invertido adecuadamente los dineros que heredó para el desarrollo del proyecto.
¡No, alcalde! Ya son nueve meses de su administración y nadie, ni Usted mismo, tiene algo bueno que decir o alguna obra nueva que mostrar. Por el contrario, vemos una ciudad estancada y los proyectos que estaban en desarrollo, llenándose de moho y lama por descuido y falta de continuidad. Y, lo peor, es que los tres meses que faltan de este año se tendrán que dedicar a la aprobación del presupuesto del 2013 y a que el Concejo le estudie unos proyectos que, no por voluminosos, nos permitan vislumbrar un cambio efectivo en las perspectivas de ciudad. Es decir, ¡perdimos el año!
Entonces tal vez el perdón que pidió en la Comuna San José se lo debe pedir es a Manizales entera. Y no solamente por las incomodidades que a todos nos duelen. Sino por haber actuado de forma tan displicente con la ciudad y por haber abandonado los proyectos que se encontraban en ejecución (y en los cuales tuvo mucho que ver desde sus estudios iniciales) queriendo desconocer las obras de sus antecesores, como si fuera posible inventar una nueva ciudad, partiendo de ceros.
¡Sí! Debería pedirle perdón a la ciudad. Por haber abandonado los grandes avances que se habían logrado en el sistema de bilingüismo en 19 colegios oficiales de Manizales; por haber desestimulado nuevas inversiones en los call center que hoy encuentran los brazos abiertos en ciudades vecinas y les aportan en la solución del desempleo; por haber ensombrecido la implementación de las soluciones de movilidad después de largos y onerosos estudios hechos por instituciones reconocidas, entorpeciendo el funcionamiento del TIM para seguirle el juego económico a los transportadores, a costa de millonarias demandas para los manizaleños; por haber ignorado todo lo que se hizo para que Manizales fuera pionera en la implementación de programas de biotecnología y de haber obtenido grandes reconocimientos del Gobierno Nacional en esa materia; por tener a Manizales en un caos vehicular que se podría solucionar tan solo con la presencia de autoridad; por haber detenido las inversiones en la renovación urbana más grande en la historia municipal, y que sirvió de prototipo para proyecciones en otras ciudades.
Pero, además, pedirle perdón a la ciudad por haberla polarizado de tal forma que, los "buenos" que hoy gobiernan o que se lucran del poder, están logrando que inversionistas, profesionales idóneos, empresarios, industriales, comerciantes y gente del común, tengan que salir de la ciudad o se nieguen a invertir en ella. O por querer implantar un sistema alcabalero -a través de las presiones de Industria y Comercio- que hará que las nuevas empresas se establezcan en Chinchiná, Villamaría o Pereira donde no pretendan gravarles hasta la risa, ni sean objeto de doble tributación, o las que aún permanezcan sientan la necesidad de trasladarse a otras ciudades. O por haber logrado que a nuestra fuerza política y parlamentaria se le haya enflaquecido su voluntad para aportarle a la ciudad por sentirse traicionadas o por no encontrar ímpetu, liderazgo ni iniciativa en su administración. ¡Por todo esto sí hay que pedir perdón!
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Desde la propia alcaldía se han empeñado en deslizar comentarios perversos mediante los cuales se quiere hacer creer que las administraciones pasadas le pagaban al suscrito unas sumas mensuales para que los defendiera o hablara bien de ellas. Eso, además de ser un irrespeto, es tan falso que el propio alcalde Rojas (quien hizo parte de las últimas administraciones) tiene que estar impedido para aseverar algo así. Él sabe cómo es mi proceder como columnista y tal vez por eso me buscó durante su campaña para que lo acompañara en sus intenciones a la alcaldía. Mi disposición siempre ha estado con la ciudad, con su progreso, con su desarrollo y qué más quisiéramos que lograr un trabajo unido, juntando voluntades y agrupando esfuerzos. Pero hay actitudes impenetrables y comportamientos desbordados que impiden a un administrador tener una visión adecuada en un momento preciso. Y con eso nunca estaremos de acuerdo.
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