Posiblemente, la paz mundial no es ninguna prioridad en las políticas israelíes. Parece, también, que desconocen completamente la historia que ha marcado la orientación de espacios entre Israel y Palestina. Creería, a veces, que este ‘pueblo’ quiere todo el Medio Oriente para ellos, para su fruto y gloria. Pero la verdad es que Israel ha sido un gran colaborador de las inestabilidades políticas de la región.

Después de los arbitrarios arreglos territoriales consecutivos de la Segunda Guerra Mundial, Israel comenzó a expandirse hasta reducir a Palestina a un par de territorios metódicamente enclavados en un mar de diferencias religiosas y políticas.

En la madrugada del domingo de Ginebra (Suiza) se firmó un acuerdo preliminar entre una coalición política conformada por Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia, China y Alemania con la República Islámica de Irán con el fin de reducir los niveles de enriquecimiento de uranio adelantados por el gobierno iraní y prevenir la creación de armas de destrucción masiva.

Israel, naturalmente, tomó este preacuerdo con un “error histórico”. Sin embargo, la importancia del pacto que firmaron las naciones pertenecientes al Consejo de Seguridad de la ONU –de carácter permanente más Alemania– con Irán, puede significar la cesación de sanciones y preocupaciones que mantenían en vilo la relación entre Occidente e Irán.

Gran parte de este inesperado cambio de postura entre las partes se debe a la transición de gobiernos de Mahmud Ahmadineyad y el actual presidente de Irán, Hasán Rouhaní, quien desde su posesión optó por mejorar las relaciones con varias naciones, entre ellas, Estados Unidos. A pesar de las correcciones públicas hechas hace poco por el Jefe y Líder Supremo de Gobierno, el ayatolá Alí Jameneí, Rouhaní ha logrado sacar adelante negociaciones que sí van a alimentar a un pueblo empobrecido por sanciones y no el orgullo de unos cuantos gobernantes.

Parte del trato, que puede variar hasta su forma final, reduce el número de sanciones económicas que puede recibir Irán si se acoge a los parámetros propuestos. Además, la República Islámica de Irán es una nación cuya economía se ha debilitado bastante en la más reciente década, puesto que varias de las naciones de Occidente, encabezadas por Estados Unidos, han forzado un aislamiento comercial y financiero que tiene la economía de ese país en números rojos.

No obstante, los vientos de confianza se chocan con las espesas y egoístas declaraciones del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu. Irán será por mucho tiempo un enemigo para todos sus intereses, aún cuando Israel es un país enterrado en el poder que pueda ofrecer el dinero y algunos intercambios militares. Además, Israel se queja por el crecimiento en el armamento de los iraníes, cuando su propio potencial bélico es desconocido a ciencia cierta, pero puede ser de los más pesados del mundo. Pretender alienar los vientos de paz es la muestra más fehaciente la desgastada filosofía política israelí, la misma que los deja más solos en el mundo.

El acuerdo no es leonino. Irán puede volver a crecer si asume que el enriquecimiento de uranio tiene únicamente fines pacíficos y energéticos. Incumplirlo le llevaría prácticamente al recogimiento político y económico. Incluso, países cercanos a la administración de Teherán, como Rusia o China, reconocen que el camino todavía es largo.

Si el mundo funcionara según las lecturas de Israel, cada vez que una amenaza emergiera, habría que atacar sin lugar a dudas. Además, si los dogmas dictan reformas, es perentorio hacerlas. Y lo peor, si otros países con diferencias, optan por mejorar sus relaciones con el resto, el mundo puede ser más inseguro. Ésa es su lógica; fuerte y abrupta que recrea una vez más la necesidad urgente de un cambio en el liderazgo israelí, porque a Netanyahu parece no importarle pelear hasta con sus más fieles amigos.

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Irán puede volver a crecer si asume que el enriquecimiento de uranio tiene únicamente fines pacíficos y energéticos.