Álvaro Marín


Sí, pero no -como dicen las señoras-, porque todo depende del cristal con que se mire, según lo señala la sabiduría popular.
Hace unos días fui invitado al Comité del Comercio, que lidera Fenalco-Caldas, con propósito de evaluar el lema ‘Manizales, el mayor desafío de una raza’, una memorable y exitosa estrategia puesta en marcha en el año 1985, diseñada precisamente para conjurar el escepticismo que se apoderó de la ciudad con motivo de la mortífera erupción del volcán Arenas. En aquel entonces, buscábamos reconciliar a la comunidad con sus raíces históricas, su demostrada capacidad para sortear las dificultades y, sobre este presupuesto, recuperar la confianza de los manizaleños en su porvenir.
El mencionado examen consistía en mirar la utilidad actual de esa motivación, dado el declive del espíritu ciudadano, la ineficiencia de las autoridades sobre el control urbano y la pérdida de credibilidad en sus instituciones. Inicialmente, y como creador de dicho programa, no estuve de acuerdo con retomar el concepto, puesto que las circunstancias, las condiciones y los protagonistas eran bien diferentes de los originales. Vamos por partes.
Empecemos por decir que desde hace algunos años nuestro conglomerado acusa una profunda orfandad de dirigentes gremiales, sociales, académicos y políticos, panorama que, en la época referida, presentaba una situación radicalmente opuesta a la que ahora vivimos, caracterizada ésta por el deterioro del civismo, el incremento de la inseguridad y la carencia de un verdadero liderazgo institucional.
Sin lugar a dudas, Manizales ha entrado en un letargo desesperanzador, cuyas principales manifestaciones están en la pérdida de la identidad colectiva, el menoscabo patente tanto de la solidaridad como del sentido de pertenencia, además de un ostensible aislamiento en el orden nacional. Hoy por hoy, predomina la superficialidad mental en la dirección de los asuntos públicos, la ambición individualista y la perpetuidad perniciosa de los oscuros personajes que han desprestigiado la extraordinaria trayectoria vital de la ciudad y del departamento. No es extraño, entonces, que nuestra bella aldea moderna avance hacia el despeñadero de un descrédito irreversible, en medio del endurecimiento intelectual y de la indiferencia frente a la necesidad de construir y fortalecer una comunidad sensible y humana que propicie, en forma mancomunada, crecimiento ordenado, desarrollo sostenible y progreso palpable para el beneficio de todos.
La negligencia, la improvisación, cuando no la torpeza e incapacidad de los administradores emergentes de los bienes comunitarios y del destino comunes, llegan multiplicadas por el germen de la voracidad del poder por el poder, heredada de los tristes e ignominiosos representantes políticos de nuestro pasado reciente. Son los mismos dueños de la moral de manga ancha y de la desfachatez en el abuso de los presupuestos y de los sueños de una colectividad, ilusionada con un futuro promisorio más seguro, menos incierto.
Antes, los dignatarios de cualquier porción del Estado eran paradigmas de la ética, de la civilidad y del desprendimiento y, además, sabían leer y escribir. En la actualidad, nos encontramos inmersos en la dictadura de la mediocridad, donde el éxito radica en los rendimientos económicos y burocráticos que produce el refinamiento de los más variados vicios que destruyen las buenas costumbres y que ponen a tono nuestra amable ciudad con la nefasta globalización de la inmoralidad nacional.
Por lo tanto, y viéndolo bien, es posible arriesgar esta conclusión: la gente de Manizales encarna todavía ‘el mayor desafío de una raza’ -raza en sentido figurado, desafío, en su significado absoluto-. La postración colectiva requiere una decisión mayoritaria que canalice su energía creativa y conduzca con idoneidad su resistencia silenciosa, su reconocida decencia y su paciencia ancestral, que a veces llega hasta los límites del estoicismo -un concepto bastante manido, pero rigurosamente válido-.
¿El mayor desafío de una raza? Sí, por la tenacidad y la imaginación de su gente; no, por la medianía ofensiva y olímpica de los lánguidos dirigentes, tanto del sector público como privado.
No podemos perder de vista que la ciudad es patrimonio de todos como la esperanza.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015