Si viviera el Padre Adolfo Hoyos Ocampo -tambor mayor por muchos años del civismo caldense- estaría encabezando por estos días los fastos del centenario de fundación, por iniciativa de un manojo de conspicuos ciudadanos, de su muy amada Sociedad de Mejoras Públicas de Manizales.
Si no hubiera partido para siempre de su terruño en junio de 1970, el carismático líder (preocupado por las frecuentes emisiones de ceniza del Volcán del Ruiz) estaría desplegando una febril actividad para acelerar la marcha de las obras y convertir en realidad el inaplazable Aeropuerto de Palestina que proyectó el ingeniero Gustavo Robledo Isaza, uno de sus mejores aliados.
Si este admirable valor humano regentara todavía la grey que lo siguió con devoción en sus memorables jornadas, en las que demostraba su robusto poder de convocatoria, estaría instando a la comunidad a no dejar solo al respetable gramático de la comarca Efraim Osorio López en su cruzada por la reivindicación de La 23, la emblemática calle real de la ciudad convertida en un detestable mercado persa por un fenómeno que los economistas atribuyen al fantasma del desempleo.
Él mismo, fuete en mano, sería capaz de desalojar a los pequeños vendedores de baratijas y de fritangas que hacen imposible la circulación de los transeúntes por la principal vía arteria de la capital de Caldas. Forzaría a las autoridades a que erradicaran los nidos de prostitución que pululan solapadamente en el perímetro histórico. Y desde el púlpito exhortaría a los alcaldes a devolverles la seguridad y la tranquilidad a los manizaleños.
Ningún punto del entorno de la Catedral Basílica -monumento gótico que él construyó a través de convites cívicos y aportes generosos de familias pudientes- escapa al sórdido ambiente pecaminoso que se ha tomado literalmente el centro de la ciudad.
De estar vivo el Padre Hoyos, las autoridades civiles, militares y de policía sentirían su respetuosa presión para que se tomaran medidas profilácticas en estas céntricas zonas que provocan verdadera vergüenza.
El mejor retrato de la "cara sórdida" que hoy presenta el centro lo publicó el año pasado, en su prosa magnífica, el escritor y periodista Álvaro Marín Ocampo, en su columna "Hojas sueltas", de LA PATRIA.
Volvamos con la efeméride centenaria de la SMP que tiene en el cielo a los siguientes fundadores de la benemérita institución que le dio tantas satisfacciones al irrepetible pastor de almas y adalid del más puro civismo caldense: Aquilino Villegas, Alfonso Robledo, Alfonso Villegas, Carlos E. Pinzón, Constantino Gutiérrez, Estanislao Estrada, Fernando Arango, Francisco Gutiérrez, Gonzalo Villegas, Jesús María Arias, Liborio Gutiérrez, Luis Londoño, Pedro Henao y Pompilio Gutiérrez
La apostilla: Rescatamos esta anécdota del libro "Tesón de una estirpe", del presbítero Horacio Gómez Orozco: Un día pasaba trabajos financieros el Padre Adolfo con la construcción de la Catedral de Manizales, cuando se le apareció en su despacho el joven Guillermo Gutiérrez Vélez con este recado de su casa: "Mi madre me envía a preguntarle si le vendrían bien $10.000 que quiere ofrecerle para la Catedral". Respuesta instantánea del Reverendo Adolfo: "Tráigamelos en el término de la distancia y después le explico mi urgencia". Voló el muchacho y trajo el cheque al despacho parroquial con la providencial donación. Al recibirlo, el irrepetible religioso exclamó: "¡La Santísima Trinidad paga de contado!".
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