Andrés Hurtado


Volvamos los ojos a nuestro país. El departamento del Huila, que en otros tiempos formaba parte del Tolima Grande, posee los extremos de la belleza en el país, la aridez total, o casi total del llamado desierto de la Tatacoa y la exuberancia de los bosques del Parque Nacional de la Cueva de los Guácharos. No paran ahí los reclamos turísticos de la belleza natural de este departamento. El Parque Nacional Natural de el volcán Puracé extiende sus dominios a caballo sobre la Cordillera Central, en los departamentos del Huila y del Cauca. Y el acceso más bello a la Laguna de la Magdalena, donde nace nuestro río medular, se encuentra precisamente en el Huila, por San Agustín, entrando por Quinchana. Por este sector los bosques están bastante conservados, son hermosos, parecen recién hechos, cosa que no ocurre por el lado del Cauca donde la potrerización y los cultivos de papa han arruinado la exuberancia nativa. No paran aquí las bellezas espectaculares del Huila. Precisamente este año se cumplen los 100 años de San Agustín, acontecimiento que merece celebración no solo de los opitas sino de todos los colombianos, por la importancia excepcional de nuestro Parque Arqueológico. Los Hipogeos de Tierradentro, en zona compartida por los dos departamentos, son únicos a nivel mundial. ¿Más bellezas? Sí, el nevado del Huila, imponente, altivo, y majestuoso. Esta montaña resiste todos los adjetivos exultantes.
Un poeta cantor del Huila, que nos ha estremecido a los colombianos con sus canciones, Jorge Villamil, exalta ese pico filudo que se ve desde muy lejos cuando uno avanza por las llanuras ardientes, desde el Espinal hacia Neiva, el cerro del Pacandé, hermoso en el horizonte. Declaro, bajo la gravedad de todas las bellezas, que las canciones de Jorge Villamil me emocionan y cuando digo me emocionan es porque me ponen la piel de gallina y me estremecen el alma, cosa que no logro ni de lejos con otras músicas tropicales bailables, muy respetables desde luego. Las canciones de Jorge Villamil tienen un denominador común, la tierra, sus ríos, sus cerros, los guaduales, las fincas, las muchachas bonitas, las espumas, sin olvidar el toro barcino que se llevaron los guerrilleros. Es esa tierra bonita del Huila que se hace amar y envidiar por los que no tuvimos la fortuna de nacer en ella.
Muchos más motivos de admiración tiene el Huila. Otro de ellos es la reserva Meremberg, la primera reserva natural de Colombia. En este sentido el Huila puede reclamar, y gracias a un extranjero, un alemán, el título de ser el departamento pionero en Colombia en la preservación del medio y de la riqueza natural, especialmente de bosques y fauna. Ahora en diciembre, (¡ya son tres meses, cómo pasa el tiempo, o cómo nos deslizamos en él!) murió en Hamburgo a la edad de 99 años, Gunther Buch, el patriarca de Meremberg. El Huila le debe un monumento, el Huila le debe mucho. El Huila debe ser agradecido. Para mí la más bella de todas las cualidades humanas es la gratitud, gesto noble que debe ser ejercido no solo por las personas sino también por las entidades. Hace poco comencé una conferencia en Bogotá diciendo: "Hay solo tres momentos en la vida de los hombres: nacer, morir y entre estos dos hitos, agradecer. Toda la vida del hombre debe ser un constante acto de gratitud a Dios, a la naturaleza, a los padres, a los maestros, a los amigos, a muchas personas y entidades". El Huila debe agradecer a Gunther Buch, a su esposa Mechtild, y a su padre, la creación de la Reserva Meremberg, hito clave en la historia de la conservación en Colombia.
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