Carolina Martínez


Todo lo que ha hecho Carmencita Martínez en su vida ha sido por amor. Estuvo veinte años en un convento. Casada dos veces, doble viuda y abuela. Madre adoptante. Educadora. Dueña y rectora de un colegio en Bogotá. Ahora vive retirada del mundo; pero no de sus amores, que hasta donde sabemos son su hija, el yerno, y su nieto que la adora. Hace poco fuimos a su cumpleaños número ochenta, y la verdad es que todavía está preciosa. Siempre me ha parecido la más bonita de las seis hermanas de mi papá. Cuentan, aunque ella lo niega, que en el convento de las monjas de La Presentación en Manizales, su belleza alebrestó los corazones de varios curas, profesores, y hasta estudiantes.
Me gradué de su colegio. Cuando entré me sorprendió mucho que todos los alumnos la quisieran. Yo venía de uno en el que todas odiábamos a la rectora, quien francamente se lo merecía, a diferencia de Carmencita. Frente a todo el colegio en filas a las 7:30 a.m., se paraba a regañarnos y decirnos de una manera fuerte y contundente, cómo es que se forman las verdaderas personas a costa de responsabilidad y decencia. Siempre recia y sonriente. Dulce y decidida. Terminaba sus discursos preguntando con su acento rolo: ¿No es cierto mijitos?
Además es poeta. Hoy me mandó su libro y lo leí por primera vez. Debí suponerlo por la forma en que se goza cada instante de la vida, pero imaginé sus recuerdos entre monjas voladoras y enseñanzas de colegio, y jamás pensé que pudiera plasmar así las intimidades de su alma. Más que el hecho de que todo el mundo la quisiera, después de leer sus sentimientos, me sorprendió la manera en que ella ha querido. Leí vorazmente sus palabras, y todavía no termino de abarcarla en toda la dimensión de sus líneas.
Cuando se salió de monja, escribió "El vino embriaga de placer que acaricia. El charco huele a barro, el hombre a sudor, el niño a sueño. La dicha se siente en la carne y en el alma. Comienza la angustia por el pan de cada día. El mundo toma su dimensión concreta. Un billete en mi mano, en mi boca los besos, las tazas en la mesa, la niña que llora, la respiración del hombre fatigado".
A Ramón, el amor de su vida que conoció después de dejar su vida religiosa, le dedicó palabras como estas: "Los olores de incienso cambiaron por tu olor y por tu tacto. Siento tu olor pegado, como una nueva piel en los futuros caminos de la vida". Después de que éste murió a finales de los setenta, una noche de Navidad le susurró en perfecta caligrafía: "Llegaste a mí después de la batalla, con heridas en el cuerpo y en el alma, sequé el sudor, limpié las llagas. Acuné como a un niño tu cansancio. Y así fuiste poco a poco encontrando en mi paz el descanso. Te quise en el tibio calor de tu cuerpo, con el cansancio tibio de tu alma. En mi mente había luz, me enseñaste las sombras. El cuadro está completo, maravilloso artista, con todo tu ser lo terminaste. Cómo te quiero amor, cómo te extraño. Besé tus cabellos tibios, no quise que mis labios perdieran el calor de tu cuerpo, que siento todavía. Cualquier intento de vida se apoyará en tu paso fecundo por la virgen ladera de mis días".
¡Es que una monja viuda sí tiene mucho qué decir, no friegue! Y más si se vuelve a casar.
Diez años después, escribió: "Despertó mi corazón y con él todo mi cuerpo. El aire es aire aún en su quietud. Cerré una historia de besos y de lágrimas y la envolví entre tules y gasas blancas como la nieve de mis años. Maravillosos amores, sutiles fantasías, historias que se cierran como la fantástica urna de la vida. Nada quedó por hacer, ni besos por dar, ni fuego por sentir, ni dolor por sufrir. La pasión envolvió mis amores, hasta sentir las cenizas de mí misma. Cuando camine lento y mis manos se tornen cansadas y la luz infinita me reclame, dibujarán en mi rostro la sonrisa más bella para decirle gracias, por los amores vividos, no soñados, y dormiré tranquilamente con el amor más bello, aquel que no se acaba".
Con todo lo que he querido yo, y nunca me saldría algo tan sentido. Aunque no puede ser igual la inspiración de una mujer que se metió de monja a los 15, duró 20 años en un convento, fue virgen hasta los 35. Casada y viuda, dos veces, a los 60. De sus últimos 20 años no ha sacado el libro, pero es muy posible que nos salga con que tiene un enamorado clandestino y eso es lo que la mantiene tan hermosa.
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