José Jaramillo


En los años que hemos vivido los de mi generación, el mundo ha estado a punto de acabarse varias veces. El fenómeno, como puede constatarse, nos ha "quedado mal". El planeta tierra, con todas sus virtudes y defectos, sigue tan campante, pese a los esfuerzos del hombre por envenenar la atmósfera, destruir las protecciones de la biodiversidad, acabar con muchas especies, vegetales y animales, destruyéndoles sus hogares naturales y sus recursos alimenticios; y matarse los hombres entre ellos, en conflictos bélicos que no terminan, y con mayor capacidad destructora cada vez, gracias a la enorme creatividad de los fabricantes de armas. A propósito, la realidad que vivimos permite suponer que no habrá una tercera guerra mundial, porque es difícil que surja otro Napoleón o Hitler, y menos que los pueblos se fanaticen ciegamente y les sigan en todas sus locuras y en sus delirios expansionistas. Pero tampoco van a faltar las pequeñas guerras, que cumplen su función devastadora a cuenta gotas, especialmente en regiones donde impera la teocracia, el más peligroso de los sistemas de gobierno, apoyada por recursos económicos inmensos, como el petróleo, por ejemplo; y el dominio de las organizaciones económicas y financieras, que son las que controlan todas las formas del poder. Eso de los principios de Confucio, Platón, Aristóteles, Rousseau, Maquiavelo y Tomás Moro, entre otros orientadores de sistemas de gobierno, es letra muerta, que ningún dirigente político consulta; y menos pone en práctica cuando asciende al poder, si es que sabe de qué se tratan esas enseñanzas, consideradas en épocas remotas como inspiradoras para los hombres de Estado.
El más reciente anuncio es que, según la interpretación dada a pronósticos de los astrónomos de la cultura Maya, el 12 de diciembre de 2012 este peladero en que se ha convertido la tierra se acaba. Y como el "ideario" de la gente de hoy se reduce a resolver todo con plata, la sugerencia es endeudarse para gozar a plenitud las comodidades de la oferta consumista, con la idea de que en la fecha señalada todas las acreencias quedan canceladas, a menos que los archivos de las centrales de riesgos financieros tengan copias en los computadores de la otra vida y los "chepitos" sigan persiguiendo a los deudores, para intranquilizarles la paz celestial, incrementarles las penas del purgatorio o aumentarles la temperatura a las torturas del infierno. A los prestamistas nadie se les escapa.
La otra posibilidad es que tales augurios sean especulaciones de los espacios de variedades de los medios de comunicación, en los que no faltan "especialistas" en temas sobrenaturales, astrológicos o mágicos, que cada día inventan un cuento que mantenga en alarma las expectativas de los incautos, cuyos escasos recursos mentales, y su fragilidad intelectual y moral, son el recurso de los "vivos", para mantenerse vigentes y sacarle provecho a su ingenuidad. "El vivo vive del bobo".
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