María Carolina Giraldo


Se dice que la realidad política de Caldas se está transformando, y sí, puede que esté cambiando, pero solo de protagonistas, porque en el fondo sigue reinando la apatía, el miedo y las maquinarias que hacen que lo público continúe siendo de unos pocos, distintos, pero pocos.
Y es que en Caldas, como en Colombia, volvimos a escoger a los de la reforma a la justicia, a los que eligen al procurador a cambio de dádivas y puestos, a los que exigen primas exorbitantes, a los que no van al Congreso, a los que no votan los proyectos fundamentales, a los que desconocen los derechos de las mujeres y de la población LGTBI. Ganaron las maquinarias políticas, las de toda la vida, no importa si son liberales, conservadores, de la U, del Cambio Radical, ganaron los de siempre, a los que les ha quedado grande hacer las transformaciones que este país requiere.
En Caldas se votó así: de las 756.707 personas habilitadas para votar, solo lo hicieron el 49,08%. Por su parte, los que emitieron el voto lo hicieron en un 47,77% por los partidos de la Unidad Nacional, el 23,03% fue voto de opinión y el 4,82% votó en blanco.
Empecemos por los que no votan, en Caldas la abstención fue del 50,92%, es decir, el nuevo Congreso está escogido por la mitad de los caldenses, por lo tanto, los que nos representarán los próximos cuatro años tienen una legitimidad legal que no está respaldada en una amplia participación política.
La gente está tan desencantada de la política que no quiere hacer el ejercicio de sacar media hora de un domingo cada cuatro años para ir a expresar su opinión sobre lo público. Los abstencionistas están convencidos que es imposible modificar la realidad política, que su voto es muy pequeño para influir, que no hay forma de quitar el poder a las maquinarias, o simplemente, no les importa lo público. La realidad de la abstención es aterradora, si se lograra que esas personas que no necesitan amarrar su voto a un puesto, a un contrato, a la estabilidad laboral o económica o al bienestar de una familiar o amigo votaran, sería posible empezar a transformar la realidad política del país.
El voto de opinión representado por el Centro Democrático, el Polo Democrático y la Alianza Verde solo se llevaron el 23,03% de la votación. En Caldas Roy Barreras (el de los escándalos en la Dirección Nacional de Estupefacientes y Caprecom), tuvo una votación más alta que Claudia López o Juan Manuel Corzo (al que no le alcanza su salario de 24 millones de pesos para pagar la gasolina de su carro) y superó a Antonio Navarro.
La única razón que encuentro para que un colombiano vote por alguno de estos congresistas, o por cualquier otro de los cuestionados por parapolítica, por corrupción, por amiguismo, por ausentismo o porque aprueban leyes a su favor, es que de estos dependa su estabilidad laboral, económica o, de alguna manera, su bienestar. Es por eso que ganaron mayoritariamente los que ostentan el poder, porque de aquellos que pueden emitir votos independientes solo participaron el 27,8%, los demás, desencantados de la política o perezosos, prefirieron dejar lo público en manos de los mismos de siempre, aunque se llamen distinto.
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