Debe ser muy triste estar en los zapatos de Vargas Lleras en este momento. Como ningún otro político de este país es él el maestro en el arte de esperar su turno, pues con paciencia de alfarero ató en corto a los demonios de su ansiedad y está haciendo fila, aguardando por el momento de trastearse a la Casa de Nariño. Pero solo acumula frustraciones con cada cuatrienio que se le esfuma entre elección y elección. En 2006 apostó por el guiño de Uribe, quien terminó haciéndoselo a sí mismo; en 2010 se rebeló contra Santos obteniendo una decente votación, y esta semana vuelve a ver postergado su sueño con la maroma reeleccionista que propuso el presidente. Pobre hombre.

Ahora el panorama se abre a un nuevo juego, uno donde ya no hay cartas tapadas y los electores habrán de escoger bandos, mejor dicho, arrancó en forma la campaña. Aunque la estrategia diseñada por Santos para hacerse reelegir no pudo ser más enredada de explicar y jurídicamente arriesgada de aprobar. Permitir su reelección por solo 2 años y ampliar el período normal a 6 es una movida innecesaria, por no decir egoísta. Tantos proyectos vitales que están estancados en el Congreso, o no han sido radicados aún, por falta de tiempo -pensiones, salud y eutanasia- y al presidente le da por cambiar un articulito en tiempo de reposición.

La paz ha sido nuestro imperativo desde siempre, pero ahora que el Gobierno invita a ilusionarnos de nuevo con su proceso habanero no podemos justificar un cambio de reglas tan drástico sobre la marcha. Si tan importante para el futuro de los diálogos es que el Presidente siga en su puesto, que se lo gane en la arena de la democracia como todos los demás que van tras su trabajo, pero sin estrangular la Constitución. Mal haríamos en tomar una decisión temporal tan relevante sobre el período presidencial basándonos en un experimento incierto y volátil como el que se lleva en Cuba.

No caiga en los vicios que usted mismo criticó, presidente. Ese 63% que no apoya su reelección en la última encuesta de Semana lo dice muy en serio. Dele la oportunidad a Vargas Lleras, el eterno suplente de la nómina política de Colombia (aunque nunca votaré por él). Es mejor que lo tenga de su lado, respaldando su obra y terminando lo que empezó. Créame, no lo querrá enfrentado a usted. Él conoció su Gobierno por dentro al dedillo y las ganas contenidas que le asisten lo llevarán a desempolvar el aval de Cambio Radical para usar eso en su contra… Una vez más.

Obiter Dictum: ¿Creen que en alguna parte de Estados Unidos un libretista está escribiendo una serie llamada “Tsarvaev: Los hermanos del mal” después de ver las noticias sobre el atentado en la maratón? ¡No! Pero aquí ni modo, nos encanta mitificar como héroes a los villanos. Hagamos el casting para la novela de Garavito y luego llamamos a Andrés Parra a ver si se le mide a la de Tirofijo.