Luis F. Molina


Soñar no cuesta nada. Esa debió ser la nueva consigna de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) en su encuentro de esta semana en La Habana (Cuba). Son muchos retos sociales y económicos en la región y los fondos financieros para sortear con ellos no alcanzan.
Aunque los 33 países que componen esta comunidad puedan ser representativos en el PIB mundial, sus necesidades de desarrollo interior aún no les permiten acoplarse como región. A lo anterior hay que agregar las fuertes diferencias políticas existentes y la desaparición de algunos líderes que en el pasado fueron vitales para el funcionamiento armónico de la Celac.
Con la ausencia clave de Chávez y con Nicolás Maduro como presidente de Venezuela, esa nación llega en una coyuntura política compleja, aplicada al desorden social de un país sumido en el letargo.
Es posible que ya nadie apueste ni un doblón en los tantos grupos y comunidades de naciones que hay en América Latina que mínimos cambios generan. Puede ser una alternativa en integración, pero es utópico cuando las políticas exteriores de la zona son tan menudas y pobres.
Curiosamente, José Miguel Insulza, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), estará presente en la reunión de la Celac, donde no son invitados Canadá ni Estados Unidos, pero sí Cuba, expulsada de la OEA desde hace décadas por presión norteamericana. Así mismo, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon será testigo del encuentro. Quizás, ya es prioridad en la Celac poner la casa en orden, pero eso sólo es una posibilidad.
Este año el evento giró en torno a la desigualdad social, uno de los males más evidentes de la región, con países tan contrastados entre la riqueza y la pobreza como México y Colombia, o sembrados en las penurias como Haití y Bolivia.
Las 33 naciones de la Celac podrían reunirse cada semana, si quieren, y se quedarían circulando el mismo tema vez a vez. Los líderes no parecen aprender que la razón de gran parte de la desigualdad social radica en el desorden existente en sus propias instituciones y la corrupción que carcome todos los aparatos políticos latinoamericanos.
El fin de la cumbre de naciones es la que resume las expresiones vivas de pobreza. Varios líderes pretenden resolver la desigualdad social desde un lobby político, haciendo negocios que atropellan el emprendimiento local y permutando el poder de adquisición de sus estados, porque, según ellos, ahí está la fórmula para ‘erradicar’ la pobreza.
Lo más peligroso de estos círculos de países es que contrastan todos sus problemas internos con las estadísticas engañosas que parecieran reflejar naciones de riquezas y paz.
De otro lado, la cumbre de la Celac es un puente entre presidentes para afianzar negocios y tratos de palabras como, también, para ganar apoyo foráneo a sus decisiones internas, sin importar lo embusteras que estas sean.
Es improbable que en la reunión de la Celac algún presidente hubiera inquietado a Nicolás Maduro por la debacle económica que vive Venezuela y en su lugar remediasen el problema someramente con envíos mercantiles que en semanas desaparecerán. La lógica latinoamericana operará con los vendidos saludos diplomáticos y una cumbre cuyas conclusiones no dejan de ser diferentes a las anteriores: reducir los índices de pobreza… Lo que no se sabe es si las van a cumplir.
Esta segunda cumbre de la Celac no es más que una comunidad relativamente fresca compuesta por los mismos de siempre con los problemas de siempre y los grupos políticos de siempre. Ahora, ¿para qué la Celac cuando ya existe el Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe (SELA), la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), la OEA, y otras tantas comunidades de naciones americanas? ¿Para qué más burocracia inservible?
Indefectiblemente, la incapacidad de generar soluciones es la razón por la cual diferentes gobiernos han intentado crear cuantos grupos de naciones sean operables. Y todavía no se convencen de que la solución a la pobreza no está en un auditorio de hotel cerca a una playa. Debe ser porque están acostumbrados a que sus pueblos electores no les exigen cambios y soluciones.
Ellos no lo captan. Son presidentes… Y de América Latina. Tantos políticos —con ínfulas de estrellas— juntos no logran nada; es ley de la vida.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015