Acaba de realizarse en Manizales, bajo la coordinación de la casa editorial LA PATRIA y del proyecto "Pactos por la cuenca del río Chinchiná", un foro sobre el estado actual y los retos de futuro de la gestión del agua en el territorio de la cuenca. Sin duda, el tema es tanto estratégico como sensible, por la incidencia que tiene la gestión del agua en la formulación y puesta en marcha de procesos de construcción de desarrollo, no solo en términos de lo ambiental, sino también en materia de desarrollo económico y social.
Sin embargo, no solo en este foro, sino en la dinámica habitual de la relación entre instituciones y organizaciones sociales, las sensibilidades al respecto parecen pesar más que los escenarios estratégicos, y en virtud de ello es mucho más fácil centrarse en los conflictos y en los factores que los originan, que en las posibilidades de construir conjuntamente las soluciones que permitan poner encima de la mesa todos los intereses de todas las partes.
La interacción entre instituciones y ciudadanía tiene que trascender los lamentables y tradicionales diálogos de sordos, en los que muchas de las instituciones presentan respuestas evasivas o se limitan a poner en común lo poco que están obligados a decir, así como muchos de los ciudadanos se han instalado en posiciones reivindicativas y de reclamo sobre la marginación y el amparo de su derecho a pensar distinto, aún en espacios que se han abierto para ser escuchados libremente.
En nuestro "universo particular" de la cuenca del río Chinchiná, si queremos que pasen cosas distintas, tenemos que actuar distinto. Por muchos años hemos tratado de diagnosticar los problemas sociales, ambientales y económicos de nuestro territorio, pero con el propósito de identificar y señalar a sus responsables, y no de auscultar las propias responsabilidades y las posibilidades que tenemos de transformar nuestras condiciones, pero empezando por el compromiso particular. Estamos habitando un territorio a la manera que describe una vieja canción, en la que un hombre narra cómo conducía su vehículo a muy alta velocidad, de noche y con pobre iluminación, desconociendo las señales de tránsito, y al final, cuando el curso de las circunstancias anteriores no podía terminar en otra cosa que en tragedia, reclama diciendo… "¿por qué el Señor me la quitó?…" .
Si el uso que hacemos de nuestros recursos es irresponsable, si no participamos en las instancias ni hacemos uso de los mecanismos de participación, si usamos nuestro capital político para satisfacer antes que nada nuestras necesidades particulares, si seguimos señalándonos unos a otros en lugar de identificar las posibilidades de construir en lo colectivo y en las diferencias de opinión que ello supone… si seguimos así… no solo vamos a ver que el deterioro ambiental, el estancamiento económico y la inequidad social siguen su curso. Además de eso, terminaremos asignándole la culpa a quien menos tiene que ver, como en la canción que refería.
La construcción de esa circunstancia incierta que es el futuro de nuestro territorio, no puede hacerse sin los ciudadanos, pero tampoco sin las instituciones, sin los alcaldes, sin los industriales, sin los comerciantes, sin los campesinos. Aunque veamos el mundo de maneras distintas, estamos mirando el mismo mundo, y es el único en el que vivimos, y en el que todos tenemos que caber, como señaló uno de los asistentes al Foro que citaba al inicio de esta nota.
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