Luis F. Molina

En Twitter: @luisfmolina

Hay que dejar en claro que el mundo va más allá de los dramas vaticanos. En realidad, la renuncia del papa no pasa de ser un simple hecho histórico que bien se puede consignar en las pocas enciclopedias que todavía fungen trabajar como profesores alternos de la educación primaria.

Por ello, esta columna no tocará ese tema, óptimamente trillado por casi todos los medios y de poca trascendencia. Hay problemas más grandes para examinar en Ciudad del Vaticano. Entre otras situaciones que se han develado a lo largo de la semana papal, está el caos en Alemania por los plagios en tesis doctorales de algunos funcionarios del alto gobierno que han terminado por arrebatarles los puestos.

América Latina es un subcontinente con uno de los mayores índices de corrupción en el mundo. Quizás por esta conducta política y social, muchas personas no se fijan en la honestidad que se requiere para cargar con un título académico, que en últimas y sobre el papel, abre las puertas al mundo laboral.

Estas historias son muy poco divulgadas en Colombia, país donde necesitamos grandes lecciones de humildad y honestidad. Es una generalización que puede herir susceptibilidades, pero que necesita trascender para cambiar la forma floja en la que vemos la realidad social.

Annette Schavan fue la ministra de Educación en la administración de Ángela Merkel. Conocía a la Primer Ministra desde hace algunos años y los medios alemanes muchas veces clasificaron su contacto, como cercano. La Universidad de Düsseldorf le revocó el título doctoral a Schavan por un plagio cometido en 1980, cuando tenía 24 años.

La razón por la que se llegó a descalificar a la exjefa de la cartera de educación alemana radica en una investigación de varios internautas que notaron el caso de plagio. Los alemanes siempre han sido reconocidos por su afán y necesidad de obtener títulos académicos, no obstante la causa por la que pasen.

El exministro de Defensa de Alemania, Karl-Theodor zu Guttenberg perdió hace dos años su título doctoral por circunstancias de plagio similares. El resultado de ambos casos relatados es una renuncia. De esta situación, hay que destacar los estándares éticos, no de los funcionarios, sino de aquellas personas que conforman el gobierno y que recomendaron a estos funcionarios del ejecutivo alemán dimitir a su cargo.

Si la sociedad se encarga de hacer una debida veeduría al pasado y presente de sus funcionarios públicos, pueden tener la seguridad amplia de saber que sus niveles de corrupción pueden reducirse. El gobierno es un todo para todos. Es suyo, es mío, es nuestro. Hay que exigir honestidad. Los medios, en lugar de hacer especulaciones papales, debieran retomar su papel y función de generadores de memoria colectiva.

No hubo mayor novedad en el discurso del Estado de la Unión de Barack Obama. Curiosamente, en su lectura no se habló de Colombia o muchos países emergentes, tal como se hizo por años desde la administración Bush. El cambio que se está generando con Obama todavía es débil, pero ya empieza a llevar su país por una senda diferente.

Sin embargo, y en prueba de la inmadurez mediática, la noticia no estuvo ni en el discurso del presidente, sino en la tímida contestación republicana a la oratoria presidencial. Por primera vez en la historia, la respuesta del partido contrario se hizo en un idioma diferente al inglés. El protagonista fue el congresista de origen cubano Marco Rubio.

El senador Rubio tuvo un problema de pronunciación, necesitó agua y pausó su discurso. Esa fue la noticia. Así se resume la noche de martes de la semana pasada en el Capitolio de EE.UU. Simples pausas de trámite, en todos los sentidos.