El pasado 2 de febrero se cumplieron ochenta años de fundado el Colegio de Nuestra Señora, por el entonces Obispo de Manizales Juan Manuel González Arbeláez, quien había sido designado recientemente, sucediendo a Tiberio de J. Salazar y Herrera. Arribó a su primera sede episcopal el 3 de diciembre de 1933. Nombró como primer rector al sacerdote Baltazar Álvarez Restrepo, futuro Obispo de Pereira.

Entre esa época y la actual, en cuya rectoría se halla en su segundo ciclo al frente del Colegio, el padre Fernán Llano Ruíz, un educador convencido de su papel y fiel al sacramento del sacerdocio. Se han sucedido rectores y vicerectores, presbíteros de diferente talante y proyección, que lo han conducido por caminos egregios, así como cientos de beneméritos profesores a quienes se les ha encargado, con inmejorables resultados, la Misión colegial. A ellos, se han unido a través del tiempo innumerables funcionarios encargados de cumplir diversas actividades dentro de un trabajo integral en las diferentes sedes que ha tenido el plantel.

Manizales, ya tenía una institución de renombre nacional: El Instituto Universitario de Caldas, que este año cumple su primer centenario, del cual han egresado hombres con una inmensa instrucción e intensa formación humanística.

La esencia del Colegio de Nuestra Señora, desde el primer día del inicio de clases, el 11 de febrero de 1934, hasta ahora con el ingreso de los estudiantes en el 2014, son sus alumnos bajo la tutela Pastoral y administrativa general de los Obispos y Arzobispos de Manizales, en cumplimiento de la determinante definición acuñada desde hace varias décadas bajo el título de hacer de sus colegiales: Caballeros de Nuestra Señora.

Los miles de bachilleres egresados del Colegio han dado testimonio de la formación recibida y son ejemplos vivientes de los valores humanos que los hacen ciudadanos completos en cualquier actividad que les ha correspondido actuar. No se pueden olvidar en esta fecha a los benefactores del Colegio y la historia completa del mismo, deberá hacerles el merecido homenaje.

La vida en el Colegio de nuestra Señora, hoy Mayor, es recordada con pasión a través de los años de cada bachiller y tiene especial connotación de acuerdo a la educación moderna que se imparte según la época. Los compañeros, los amigos y los familiares han hecho más grande y más entrañable el entorno cuando han estudiado, simultáneamente o en diferentes períodos, bajo la tutela católica y en especial de la Patrona del Colegio. El Colegio como lo recordaba un rector emérito, imprime carácter y a fe que lo ha logrado a través del tiempo.

La instrucción en el Colegio ha sido reconocida por los mismos estudiantes, quienes se convierten en los propios actores al terminar sus estudios de bachillerato. Antes y ahora con el cambio en las metodologías y el avance de la tecnología, se puede decir que un egresado está preparado para ingresar a los estudios superiores o actuar inmediatamente en los campos empresarial o laboral. Hoy como ayer, esta característica fortalece la vida de quienes han encontrado a través de sus padres o tutores a los servicios educativos de la Institución querida por los caldenses.

Ser Caballero de Nuestra Señora, es un honor imperecedero.

Los bachilleres de todos los años no han estado aislados del inmenso compromiso con la sociedad vigente. Ha sido proverbial el análisis social, como una parte de la formación integral que se recibe y que se promueve en el Colegio. Este determinante ha impregnado a los diferentes egresados que se han convertido en líderes superiores visibles o en hombres de bien, discretos, que entienden las enseñanzas del evangelio y la práctica de la humildad como un acicate para darle trascendencia a sus vidas en medio de congéneres con terribles desigualdades que cada día serán más drásticas, ahora sin un horizonte alentador.

Quienes han hecho del Colegio de Nuestra Señora una verdadera casa, han realizado un acto de inmenso compromiso y verdadero valor humano, que reconforta por las realidades y las esperanzas.