Jorge Raad


Todo lo que expresa un ser humano ya sea a viva voz o a través de libros, la prensa, la radio o la televisión, merece respeto, independientemente de que otras personas consideren que lo que se enuncia es errado.
Igualmente, las posiciones controversiales son merecedoras, al menos, de atención. Las personas han perdido la capacidad de entender, a veces porque no se quiere, lo que no es igual a aceptar las premisas que se enuncian o las conclusiones que se desprenden de lo que se dice.
En las relaciones entre humanos nada es absoluto. Todo tiene un grado de relatividad debido a muchos factores que son aplicables a quienes afirman o niegan, o a quienes contradicen una u otra forma.
De la misma manera las obras de las personas tienen diferentes perspectivas, y son aprobadas o rechazadas de acuerdo a las consideraciones de otros individuos. Nada es absolutamente bueno para todos, aunque hay originales e imitaciones que han merecido el reconocimiento de la mayoría de los que aprecian, oyen o leen las producciones de quienes son considerados genios. Quién no aprecia el Juicio Final, o La Pietà de Miguel Ángel en el Vaticano, o la Novena Sinfonía de Beethoven, o El Principito de Antoine de Saint Exupéry.
Sin embargo, no es fácil controvertir estupideces dichas una y otra vez como enunciados verídicos a través de casi todos los medios de comunicación. Para fortuna de todos quienes reciben, lo que tratan de hacer llegar quienes por ignorancia o alevosía, o lo que es peor, personas inteligentes inducidas por quienes tienen otras intenciones, propagan estas imbecilidades. Ello no sucede durante las 24 horas, y por ventura hay días en que no aparecen en los medios de comunicación.
No hay ningún tema que se escape a estos tratamientos direccionados para oyentes, lectores o televidentes, que son tratados injustamente como carentes de información o criterio para entender y razonar sobre lo que reciben sin límite.
Los contenidos que aportan más oportunidades para las sandeces son: La salud, una cuestión que naturalmente atañe a todos, y de la que cada día queremos saber más, pero se vuelve crítica la situación cuando la enfermedad compromete a un personaje. Los asuntos políticos aportan un buen número de incongruencias a prueba de sinceridad, realidad y honestidad. Las veleidades de los gobernantes y exgobernantes, que parecen un juego de azar -a ver qué sale-. Los problemas económicos hacen una buena parte de las distorsiones proponiendo temas sensibles como la miseria y por consiguiente el desempleo y el subempleo, a los que se les atribuyen causales inconcebibles y soluciones fantásticas pero poco prácticas.
Las opiniones sobre los proyectos de ley, actuales y antiguos, atendiendo a tres preguntas: ¿Por qué, cómo y para qué? Las respuestas no pueden ser más tristes y se termina uno preguntando ¿conocen lo que están expresando o mostrando? Los mensajes sobre educación son el ejemplo de los contrasentidos, en un país que necesita de programas fuertes de Estado para toda la población. Sin excluir los contenidos de deportes; nutrición; futurología, cada vez con más adeptos; y, así se suceden todos aquellos asuntos que producen un verdadero abismo entre lo que son y lo que parece que son.
Pero lo fundamental es la concepción y la aplicación real de la libertad de expresión, tanto como la autonomía para recibir todo lo que se pretende difundir y la independencia para analizar lo que le llega a cada cual. Hay que mencionar la trascendencia exagerada a tantos con ínfulas de sabios que todo lo que expresan y hacen se convierta en una muestra de una persona infalible, y desde doctos hasta neófitos caen en sus redes. El recuerdo del pueblo es un símil ideal, cuando el vendedor ambulante, el culebrero o cualquier otro grita repetidamente: ¡atrás de la línea que estoy trabajando! Y, todos se alejan del cerco imaginario.
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