Efraim Osorio


Efraim Osorio López u ephraim56@yahoo.com
El adverbio de lugar ‘donde’ se ha convertido en comodín de todas las oraciones gramaticales en las que se emplea, es decir, es usado por los redactores cuando quiera, dondequiera y como quiera, en una sola palabra, caprichosamente. Las muestras abundan, pero bastan las dos siguientes, tomadas de un editorial de El Tiempo: “…pero sobre todo en años recientes, donde han sido más los períodos de altibajos que los de armonía”; “Un compromiso que también debe existir en mayor grado en materia comercial, donde se registró una leve caída del 3 por ciento en el primer semestre de este año” (24/7/2013). En la primera, es evidente su empleo por el adverbio de tiempo ‘cuando’, pues habla de años, o por la preposición ‘durante’, que debe ir acompañada del respectivo pronombre relativo, así: “…en años recientes, cuando…”; o “en años recientes, durante los cuales…”. En la segunda, con apariencia de castiza, el adverbio reemplaza al relativo ‘que’, o, si se quiere puntualizar, a este mismo introducido por la preposición ‘en’. Por lo tanto, la oración debió ser construida de este modo: “…en materia comercial, la que registró (o “en la que se registró”) una leve caída…”. El adverbio ‘donde’ expresa una relación de lugar, verbigracia, de un país, una ciudad, una casa, un sitio, un río, el campo, etc., por ejemplo, “el río donde nos bañábamos”; “la casa donde nacimos”; “el libro donde estudiamos geografía”. ‘Donde’ se formó del adverbio latino ‘unde’ (‘de donde’), que traducían por ‘onde’ y que luego, con la inclusión de la preposición ‘de’ (de onde), quedó en la contracción ‘donde’. Desde hace mucho tiempo se le ha dado la naturaleza de preposición en frases como la siguiente: “Voy donde Pedro”, en lugar de “voy a la casa de Pedro”. De este empleo dice don Rufino: “Tan humildes orígenes (el pueblo) han sido cual el grano de mostaza, pues hoy se extiende en gran parte de América, sin rastro de elipsis: (…) “Salió de donde su amiga” (Apuntaciones, 458). El pueblo lo emplea también en vez del condicional ‘si’: “Donde yo lo llegue a ver, le canto las cuarenta”. Finalmente, en construcciones interrogativas (explícitas o implícitas), lleva tilde: “¿Dónde diablos estamos?”; “Estoy buscando dónde estudiar”.
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Son muy diferentes los términos ‘pátina’ y ‘patina’: el primero, un sustantivo; el segundo, una inflexión del verbo ‘patinar’, como cuando decimos que a alguien “le patina el coco”. Eduardo García Aguilar, escritor manizaleño radicado en París, muy bueno, por cierto, en su artículo sobre el hotel Tequendama, de Bogotá, de gratísimos recuerdos para quienes tuvimos la fortuna de estudiar y trabajar en la capital en los años cincuenta y sesenta, dice: “…y guarda en sus corredores y habitaciones la patina de los años bien vividos…”; “El hotel posee la patina del tiempo…” (LA PATRIA, 28/7/2013). Francamente, no me explico por qué le quitó la tilde al sustantivo ‘pátina’, que, en esas frases, significa el “carácter indefinible que con el tiempo adquieren ciertas cosas”. No obstante, parece que este error está haciendo carrera, pues el Diccionario Panhispánico de Dudas (2005) advierte: “Es voz esdrújula, no llana, por lo que no es correcta la forma sin tilde ‘patina’ ”. ‘Pátina’ viene del latín ‘patina’ (pronunciado ‘pátina’, plato, fuente, cacerola), “por el barniz de que están revestidos los platos antiguos”, y tiene como acepción primaria la siguiente: “Especie de barniz duro, de color aceitunado y reluciente, que por la acción de la humedad se forma en los antiguos objetos de bronce”. Además: “Tono acentuado y suave que da el tiempo a las pinturas al óleo y a otros objetos antiguos. // Este mismo tono, obtenido artificialmente”. ‘Pátina’, palabra hermosa, sin duda, si acentuada correctamente.
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‘Insultar, agraviar, ofender, ultrajar’ son algunos de los sinónimos de ‘denostar’, todos, éste incluido, verbos transitivos. Como tal, su complemento directo (acusativo) sólo puede ser introducido por la preposición ‘a’ cuando se trata de personificar o determinar, por ejemplo, “en su libro, El Cuervo Blanco, Fernando Vallejo denuesta a la Iglesia Católica, a los Papas, a los sacerdotes, a las religiosas, a Santa Teresa de Ávila; a Colombia y a sus presidentes; a los progenitores; a José Asunción Silva, a Miguel Antonio Caro, etc.”; de resto, no admite preposición alguna. El columnista de LA PATRIA Jorge Enrique Pava Quiceno escribió: “…y denostando en alianzas mediáticas de sus enemigos…” (26/7/2013). ‘Denostar’, dice El Diccionario, es “Injuriar gravemente, infamar de palabra”. La frase castiza es, pues, la siguiente: “…y denostando las alianzas mediáticas de sus enemigos”. Y, cosa curiosa, en la siguiente frase sí lo hizo bien: “…lo denostaron (a Guido Echeverri) y hasta le hicieron anular su investidura” (Ibídem). Bien, digo, porque en ella el pronombre ‘lo’, que reemplaza al nombre, es el acusativo del verbo ‘denostaron’. Sin embargo, queda flotando la incertidumbre de si, en esas oraciones, el verbo ‘denostar’ es el término adecuado para expresar la idea del señor Pava Quiceno. Sólo él lo sabe.
La VEINTITRÉS: El ruido de los parlantes; la gritería de voceadores de cacharrerías, restaurantes y carretas de verduras y frutas; y la suciedad de las cocinas esquineras, la hacen insufrible e intransitable.
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