Cristóbal Trujillo Ramírez


Buenos días, profesor: soy el papá de Sergio Steven Murcia (nombre simulado); usted me puede informar, ¿cómo va el muchacho en el estudio?- sí, señor, cuénteme ¿de qué grado es su hijo?- creo que de sexto, no mejor busquémoslo en séptimo, en todo caso, seguro estoy que no pasa de octavo. El profesor busca en los listados de sexto a noveno y no lo encuentra, señor,¿usted está seguro que su hijo estudia en este colegio? le pregunta el profesor al padre de familia; -claro, yo mismo lo matricule acá, desde el año pasado; el profesor extrañado pide ayuda a su coordinador quien ratifica la información hallada antes, y deciden consultar una base de datos centralizada de todos los colegios de la ciudad y del país y, allí se dan cuenta de que el niño, efectivamente, cursó hace dos años el grado sexto en ese colegio y, ahora, figura en el colegio X de otro municipio de Colombia.
Uno de los aspectos críticos de la educación en Colombia es el ausentismo y el alejamiento de los padres de familia de los procesos escolares; paralelamente, encontramos como este aspecto, el del acompañamiento de los padres en la tarea escolar, se ha convertido en el mundo en un factor determinante de la calidad, no en vano en los países con mejores indicadores de calidad, es altísimo el compromiso de los padres de familia con la tarea educativa; así, encontramos cuáles son las carencias de este sistema educativo colombiano que no nos permite alcanzar resultados más efectivos; claro está y como lo hemos dicho en reiteradas ocasiones, este es un fenómeno multicausal que tiene orígenes tanto al interior de la escuela como por fuera de ella; este, el de la falta de compromiso de los padres de familia es solo uno de tantos. Pero, ¿qué pasa con los padres de familia que se han alejado de la escuela? La razón fundamental es, indudablemente, el deterioro de la familia como núcleo social, ahí yacen en buena parte los elementos críticos de descomposición; se ha desordenado la célula y, cuando eso pasa, se afecta igualmente el sistema; hoy la tarea de formar y educar a los hijos exitosamente no es para muchos padres una tarea central, existen múltiples preocupaciones que nos demandan más tiempo y comprometen nuestro interés: el trabajo, los negocios, los amigos, la vida social, en fin, la atención de los compromisos escolares de los hijos es para muchos padres una tarea que se ejecuta si el tiempo y las demás obligaciones lo permiten, definitivamente no es una prioridad. Es usual en las escuelas comprobar este ausentismo, nos hemos visto en la obligación de acudir a las comisarías de familia, para que en uso de instrumentos legales de presión hagan acudir a algunos padres a atender citas escolares que llevan meses de desatención, esta es una muestra fehaciente de la situación de abandono en la cual se encuentran muchos niños y jóvenes en edad escolar.
Los niños y los jóvenes se encuentran viviendo en un mundo bullicioso, vacío y aparente, rodeados de mucha gente, pero totalmente solos, abandonados a la suerte de quien pueda interesarse por ellos; algunos afortunados encuentran familiares, como abuelos, tíos; otros no tienen tan buena suerte y caen en manos de "amigotes" que construyen planes para ellos signados por la rentabilidad y el negocio, al convertirlos en mercancías del vicio, la prostitución, la distribución o, simplemente, la delincuencia.
Si queremos reconstruir en Colombia un sistema educativo sólido y con altos índices de calidad, tendremos entre muchas cosas que recuperar el compromiso de los padres de familia; una escuela sin padres es altamente ineficiente, e incluso, inviable; mucho se nos ha dicho y nosotros crecimos con esa premisa "la escuela es nuestro segundo hogar", actualmente para muchos niños y jóvenes la escuela no es su segundo hogar, la escuela es su único hogar; conozco, también, el meritorio esfuerzo que hacen algunos profesores que con vocación de verdaderos maestros rodean estos niños de gran amor, les dan asistencia en lo material, los acompañan en lo académico y, a decir verdad, suplen por lo menos parcialmente, la orfandad paterna, pero estas prácticas que hoy exalto y a las cuales tributo admiración no son suficientes, se hace necesario que recuperemos el papel de los padres y de las familias, mediante una política de familia que exija el acatamiento perentorio de estas responsabilidades so pena de sanciones rigurosas, ya que se causa daño y deterioro a la estructura humana del Estado en cabeza de sus niños y de sus jóvenes; si nos preocupa tanto el patrimonio histórico, el cultural y el económico del país, cuánto más debemos preocuparnos por su patrimonio humano, que hoy se encuentra amenazado por la irresponsabilidad de los padres de familia que dejan a sus hijos abandonados a su propia suerte.
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