Óscar Dominguez


El domingo 9 de febrero no solo fue el día del Periodista. Para mí fue también el día del despistado. Creí que un acto convocado por el Club de la Prensa, de Medellín, se realizaría el lunes 10. Pues no, barajé mal, y me perdí de recibir la estatuilla que entregaban a varios periodistas.
En un correo, el presidente del Club, César Pérez Berrío, me calumnió diciendo que me distinguían “en la categoría Prensa, como reconocimiento a su trayectoria en este medio y a sus continuos aportes para que a través de la Columna Desvertebrada que publica en varios medios tengamos un saludable y agradable reposo en nuestra rutina general”.
Como no improviso un bostezo, escribí unas líneas de agradecimiento. ¡Pero tampoco me tocaba hablar! Esa tarea la cumplió con solvencia el prolífico abuelo Jota Enrique Ríos, premiado por su vida y obra.
Confieso que estas distinciones preocupan porque tienen cierto tufillo de despedida, de “no te quitamos más tiempo”. Finalmente, no pude cumplir mi propósito de hacer dormir a la concurrencia con las siguientes palabrejas:
Hace unas horas me decía mi nonagenaria madre: “Que siga en su destino que es lo que le gusta”. Sí, el periodismo me gusta más que comer con los dedos.
Fue mi madre la que me señaló ese destino en las lecturas que nos hacía de niños después de los monótonos frisoles y los pluscuameternos rosarios de todas las noches.
Destino, bella palabra para designar cualquier oficio. Destino es también lo que nos tiene reservado eso que llamamos vida. Hubo un difícil y enriquecedor momento en que no sabía qué hacer con la vida. La vida tampoco sabía qué hacer conmigo.
En ese momento de la travesía se me apareció la Virgen en forma de periodismo, el destino que me ha dado la vida y para la vida. Con la ecuación de doble yema, el fallecido profesor argentino Tomás Eloy Martínez quería significar que el periodismo sirve para levantar la yuca y para crecer en todos los órdenes. Es una profesión exigente a la que compararía con un pentatlón intelectual, espiritual, ético, estético, físico.
Me pregunto si he merecido este destino. No tengo clara la respuesta. Vivo en deuda con mi condición de reportero, de cargaladrillos, que es lo que he sido. La reportería es la joya de la corona del periodismo.
La coba del Club de la Prensa la interpreto como una invitación a perseverar como aplastateclas o palabrotraficante. Al fin y al cabo, he entendido el periodismo como eterno punto de partida. Siempre estamos aprendiendo. ¿Cómo no amar una actividad que nos exige vivir en periodo de prueba? (Perdón por repetirme, pero envejecer es eso, repetirse).
Aunque uno debería trabajar como los pájaros que cantan sin esperar reciprocidad.
Por lo pronto, diría que he procurado ejercer con muchas ganas, ética y estética un destino que, desde riiing, he compartido con Gloria, mi señora, a la que también quisiera merecer. Muy agradecido.
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