Jorge Enrique Pava


En los últimos días nos ha conmovido enormemente ver la condición lamentable en la que Caldas se presenta ante el Gobierno Nacional, mendigando recursos para poder mantener algún ritmo de crecimiento y reclamando sus propios dineros que inocentemente devolvió Aerocafé a la nación.
Sobre lo primero, hay que decir que de esa pujanza que mostraba nuestro departamento y el respeto con el que se nos miraba en el país entero, hemos pasado a tener unas apreciaciones de recelo, desconfianza y a veces de desprecio en muchos círculos sociales, económicos, industriales y gubernamentales. De ese "Departamento Modelo" de Colombia ya no queda ni el nombre, porque hasta éste lo han cambiado por apelativos displicentes, ofensivos e irónicos que no vale la pena mencionar.
Lo triste es que, en el fondo, hemos sido nosotros mismos quienes nos hemos despreciado, y quienes hemos desperdiciado las oportunidades que nos generaron nuestros ancestros. El desmantelamiento eléctrico, para poner solo un caso (que, además, es de una relevancia impresionante), es la muestra de la desidia, la ignorancia directiva, la carencia de verdaderos líderes o, por qué no decirlo, de la ambición desmedida de unos pocos que, tal vez obteniendo lucros personales inmensos, feriaron nuestras grandes empresas que hoy son bastiones económicos de Antioquia.
Se nos llevaron a ISA y nadie dijo nada, pero entró mucho dinero a unos pocos bolsillos. Se ferió la hidroeléctrica de La Miel I, "regalándola" por unos cuantos millones de pesos, arrasando de paso más de una decena de fortalezas hidroeléctricas que se tenían en la mira, y el silencio o la complicidad de nuestra clase dirigente fue total. (Hoy esa empresa tiene ingresos alrededor de cien millones de dólares anuales, con unos márgenes de utilidad de más del ochenta por ciento. Es decir, tendríamos hoy utilidades anuales equiparables a cuatro veces las que arroja la ILC en un año de su mejor productividad). Lo mismo sucedió con Encimadas-Cañaveral que pasó a ser enteramente de Antioquia. Y por último, entregamos la Chec por un valor irrisorio después de un proceso de deterioro contable y de rodearla de una mala atmósfera, para causarle una depresión de su valor real orientada a deprimir también el precio de compra. ¿Quiénes se lucraron con estos negocios? ¡Reina el silencio!
Hoy se piensa en la construcción de La Miel II, proyecto que, además de ambicioso es comprobadamente viable, lucrativo, beneficioso y rentable. El gobernador Guido Echeverri ha manifestado su interés en apostarle en serio a ese proyecto y los caldenses tenemos la obligación de apoyar todas y cada una de las gestiones que se hagan en torno a sacarlo adelante, además de blindarlo para que esas hienas que merodean las grandes obras no salgan de sus palacios a atacarlo, depreciarlo y después negociarlo por migajas.
Y una forma de blindar La Miel II es devolviéndonos un poco en el tiempo y analizar con cabeza fría que fue lo que pasó con nuestro andamiaje eléctrico que hoy podría ser el principal factor de desarrollo de Caldas.
¿Quiénes integraban las juntas directivas de ISA, Miel I y Chec, en el momento en que se venden a los antioqueños a menor precio? Cuando los bienes del Estado se venden en esas condiciones y se configura un evidente engaño, ¿no existe detrimento patrimonial? ¿Cabrían acciones legales actuales para desentrañar esos negocios, objetarlos, recomponerlos y reclamar indemnizaciones? ¿Quiénes fueron los gestores, promotores, auspiciadores y negociadores de estas empresas, y qué responsabilidad se les ha adjudicado? ¿Qué condena penal, económica o siquiera social han recibido?
Por eso tenemos que ahondar en las responsabilidades de individuos y de gremios en la situación actual. No puede ser que quienes han entregado a menos precio gran parte de nuestro patrimonio sigan dominando las empresas, manejando los recursos, dictando cátedras moralistas y anulando a sus coterráneos porque no son de su línea.
Hay que seguir profundizando en los negocios de las empresas que hemos mencionado, para tratar de llegar a la verdad y reclamar públicamente que quienes actuaron irresponsable o maliciosamente en estas negociaciones asuman algún tipo de castigo. Aquí sí cabe un juicio de responsabilidades, pues no se trata de fenómenos naturales ni de imprevistos inevitables; aquí sí hay responsables directos, posiblemente dolosos y peligrosamente vinculados a la dirigencia actual. Además, porque al emprender el proyecto de Miel II se tiene que rodear de los mecanismos suficientes para protegerse de esos vándalos de cuello blanco que acabaron con lo nuestro, mediante impunes detrimentos electrizantes. ¡Vamos a ver hasta dónde nos dejan llegar!
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En Caldas no nos pueden seguir pasando estas cosas. Decíamos que es triste ver a nuestra clase dirigente llegar arrodillada al Ministerio de Hacienda susurrando con humildad para que retornen los trece mil millones de pesos que inocentemente devolvió Aerocafé. Y nadie se pregunta qué fue lo que pasó. Pues podríamos resumirlo en que, sin fundamento técnico alguno, los diseños del aeropuerto se fueron satanizando de una manera pública, haciéndole eco a las intenciones de otras regiones que se sienten laceradas con la construcción de esta terminal aérea cerca de Manizales. Y, para acabar de componer, en uno de su shows mediáticos llega el ministro Cardona a hacer declaraciones irresponsables en contra del proyecto, y le oprime un freno de mano que le ha significado pérdidas de tiempo y dinero incalculables, y que les impide a los contratistas avanzar con la obra y ejecutarla en la vigencia fiscal determinada en su cronograma. ¿Quién responderá por estos perjuicios? ¡Seguramente nadie! Porque en esta región las penas no dependen de la faltas cometidas, sino de sus autores.
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