Esteban Jaramillo


Esteban Jaramillo
LA PATRIA | Manizales
Nunca he creído en los partidos de vida o muerte, ni en la maquinaria publicitaria conque se quieren promocionar. Creo en el esfuerzo conjunto de un equipo, en el ejercicio futbolero razonado, táctico y técnico; en el corazón del hincha y en los pulmones de los jugadores; en el cerebro de los entrenadores y en el apoyo objetivo de los periodistas, en todos los juegos de un campeonato, no solo en uno.
Obvio que hay compromisos más trascendentales que otros. Que significan demasiado y producen tensión sin límites. Es el caso del próximo partido del Once Caldas contra Quindío, rival que muchos han querido sobrevalorar para justificar derrotas recientes. “tantas veces se llevó los dulces”. No es Quindío una serpiente venenosa ni una fiera enjaulada. Al contrario, es inútil el Once Caldas cuando se enreda, cuando se confunde, cuando se neutraliza. Cuando llega la desconfianza y el fútbol se hace discontinuo e impreciso. Cuando el resultado es una paliza al aficionado, sobre todo aquel que es paciente en extremo.
Emerge en la memoria la antigua grandeza. La que dio montones de alegrías. La necesaria, por carácter, en momentos como el actual.
El hincha esta hoy es entusiasta espera. De la nada surgió la posibilidad de acceder a la fiesta del cierre con dependencia directa a la propuesta blanca. Nadie lo esperaba. Hasta hace poco, dos o tres partidos, el Once se movía por el umbral de la vulgaridad en el rendimiento. En este resurgimiento, han aparecido virtudes no vistas al punto de que los malos momentos cambiaron a fiesta y expectativas.
Frescura, confianza, paciencia, chispa creativa y puntería. Jugar con esmero es la obligación, simplificando el trámite, sin perder la rueda en los dos partidos que restan y, sobre todo, sin mirar con desprecio a los rivales en un esfuerzo continuo y solidario en todas las líneas.
Es la única forma de salvar el año, de tener a gusto a los simpatizantes, de corregir los errores cometidos y recuperar los puntos perdidos. Sera misión cumplida dentro de los objetivos trazados. Tener o no argumentos para pelear un título o para hacer protagonismo en las finales, es otro tema. Por el momento ganar y pasar es la meta. Será la diferencia entre jugar o sufrir, entre el cielo y el infierno.
Por lo menos ahora, después de un año en vilo con partidos decepcionantes, el pueblo puede tener una alegría… si el equipo quiere.
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