Álvaro Marín


¿Sabía usted que Manizales tiene el conjunto arquitectónico de estilo republicano más importante, extenso y homogéneo de Colombia?
Pero, ¿sí sabe qué es estilo republicano?
¿Sabía que, generalmente, las cosas más bellas del mundo se encuentran frente a nuestros propios ojos para que no podamos verlas?
¿Cree realmente que se puede amar lo que no se conoce?
¿Conoce la existencia de la Asociación Cívica Centro Histórico de Manizales?
Como habitualmente ocurre en casi todas las cosas de la vida, siempre habrá más preguntas que respuestas, de la misma manera que se formularán más diagnósticos que soluciones concretas y viables.
Vamos por partes, como decía Jack, El Destripador. Desde hace algunos años los manizaleños han asistido, indiferentes e impasibles, al deterioro gradual, lento pero seguro, del sector más valioso, encantador, ancestral y tradicional de nuestra singular capital andina: Su centro histórico. Recordémosle a las nuevas generaciones que los mayores nos legaron como único patrimonio la honradez, el amor al trabajo y el prestigio de una comunidad grande, espléndida, pujante, creativa, tesonera, ordenada, educada, culta y soñadora. En la actualidad, solo sobreviven los recuerdos de esa época dorada, que exaltó su Plaza de Bolívar como epicentro de la cotidianidad apacible de la ciudad en donde, precisamente, hoy se evidencia el mayor deterioro físico y espiritual, que va expandiéndose como una mala hierba por todo el historiado sector céntrico.
Ahora bien, concurren a las dificultades reiteradamente denunciadas, el desdén estatal que se expresa, de forma elocuente, en la anarquía reinante en el espacio público, la inseguridad, el desorden y el desaseo, que crecen exponencialmente con el paso de los días en la atmósfera otrora transparente y motivo de orgullo de los manizaleños.
Así, entonces, contamos con un funesto caldo de cultivo que resulta letal para profundizar la postración vergonzosa de la carrera 23, la prostitución rampante del espacio que rodea la Plaza de Bolívar y el magnífico edificio de la Gobernación. De otro lado, la desaparición de la cultura y la disciplina ciudadanas va de la mano con la ausencia de un genuino liderazgo cívico y de la voracidad de la dirigencia política moderna, encargada, por oficio, de transformar a los ciudadanos en simples cifras del censo electoral, sin respetar su naturaleza humana ni responder a sus expectativas básicas. Por si faltara algún condimento, es ineludible señalar la concepción equivocada que tienen los gobernantes contemporáneos sobre el progreso civilizado, cuando creen que éste se mide por la cantidad de cemento vaciado y no en la calidad de los sentimientos que generan la armonía y el bienestar de los asociados.
Para fortuna de la dignidad extraviada de nuestra parcela entrañable, se ve una luz al final del túnel: la Asociación Cívica Centro Histórico de Manizales, creada, promovida e integrada por un grupo de ciudadanos preocupados -damnificados- con el franco deterioro de este espacio centenario, sobre el que se empezó a refinarse el perfil inconfundible de una identidad altiva y sui géneris en el mapa desvertebrado de Colombia.
Los gestores de la Asociación tienen muy claro que nada se alcanza con pañitos de agua tibia ni con las acciones descoordinadas e insulares que se emprendan aisladamente, sino que el efecto renovador se logra llegando a la raíz del problema para confrontar sus causas y, por esto, se propusieron poner a andar un gran propósito de largo aliento y con proyección empresarial. A grandes males, grandes remedios, enseña la sabiduría popular. El radio de acción de la Asociación comprende el sector existente entre la calle 17 y la 25, y entre las carreras 19 y 25, según la calificación realizada por el Ministerio de Cultura.
La agenda de la Asociación es tan juiciosa como amplia, circunstancia que nos obligará gustosamente a volver sobre el tema en este espacio doliente y esperanzado. Por lo pronto, les transcribo uno de sus múltiples objetivos: "Incentivar la recuperación y buen uso de los espacios públicos, culturales, administrativos, comerciales, residenciales y turísticos del Centro Histórico, generando procesos de sensibilización y adecuación de los mismos".
Principio tienen las cosas. Para recuperar la dignidad manizaleña, lo primero que debemos hacer es poner la casa en orden para poder abrir sus puertas -en obediencia a su lema legendario- con orgullo y sin vergüenza.
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