Los esquemas educativos de vanguardia tienen que estar acompañados del ejercicio constante por la creatividad y el emprendimiento. A medida que se asimila el conocimiento, se tiene que afinar la mente para crear espacios y oportunidades, pues lo que quiere ver la gente es lo novedoso, lo diferente, lo que en verdad es distinto a lo ordinario, a lo común, a lo que acaba de salir y a lo que no se conoce.
Quien desempeña el papel de educador tiene que tener muy en cuenta cuál es realmente su capacidad real para que sus alumnos despierten la creatividad y les asista el deslumbramiento constante para crear, para abordar el mundo mágico de lo desconocido, para que los contenidos sean realmente dinámicos, que estén en capacidad de ofrecer permanentes expectativas en donde siempre se encuentre algo nuevo, exclusivo, interesante, aprovechable y placentero. Hay que aprender a generar lucidez y que esta desemboque en la acción para que el ejercicio sea completo.
El mercado laboral tiene que buscar eso, pues si las empresas no están a tono con la velocidad del cambio, sus consumidores fácilmente se trasladarán a otros espacios y difícilmente volverán a la página que doblaron.
El creativo es hoy el dueño de las opciones laborales; quien da muestras inequívocas de innovador va a encontrar espacios por doquier y su talento no sólo va a ser apetecido, sino especialmente bien remunerado, pues la capacidad para generar valor agregado es la que le va a permitir a la empresa avanzar, posicionarse y permanecer en el tiempo.
Los medios de comunicación se desenvuelven alrededor de una dinámica asombrosa, en donde cualquier cambio que se experimente de inmediato es conocido y asimilado por el público, y esa ruta meteórica es la que señala preferencias y decreta desafectos para los que no fueron capaces de crear. La fidelidad a un producto desaparece, cuando aparece otro con una nueva opción.
Los profesionales de hoy tienen que tener muy en cuenta que, como decía Cortázar, "La acción tiene que estar en todas las barajas". Los caminos del progreso se convirtieron en pistas de competencia en donde es necesario moverse a grandes velocidades y con enormes dosis de ingenio; el que no lo hace, se queda rezagado, y no solo pierde, sino que muy seguramente desaparece.
Este nuevo año debe ser también una invitación a pensar en lo que son las exigencias de la época. El que sabe llegar, es el que aprende a hacer las cosas distintas, bien hechas y en el menor tiempo posible. Todo lo que no apunta a eso, termina alimentando la frustración y el fracaso.
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