Esteban Jaramillo


Esteban Jaramillo
LA PATRIA | Bogotá
Marcha la mayoría de los equipos en proceso de divorcio con el espectáculo y en búsqueda frenética de resultados. Ganar, sumar y punto. Lo restante importa poco. La excepción es Nacional que juega a su ritmo, clasificado a su antojo y con muestras elocuentes de superioridad.
El Once Caldas no es la excepción. Lo hace apurado por la estadística, en incierta posición, octavo, pero en dependencia directa de otros resultados por mayor número de partidos jugados. De aquellos que acechan en la tabla, Patriotas tiene un duelo menos; Tolima y Equidad, dos. De los clasificados, hasta ahora, todos, menos Cali y Junior, tienen juegos pendientes, lo que disminuye opción a la final. El receso al Once, contrario a los demás, lo desfavorece porque esta semana se pone al día el calendario.
Es la consecuencia de una producción irregular, llena de dudas, protestada hasta la fatiga por los hinchas, por la ausencia de un equipo tipo, con jugadores que marquen diferencias en su aporte. El Once caldas practica un juego plano, como lo calificó El tiempo, en su sección deportiva el lunes, en postura defensiva, con una pálida propuesta ofensiva.
Es recuerdo, solo eso, aquella versión esplendorosa de hace dos años, cuando con holgura se ganó el título. Hoy es un forcejeo estéril por la pelota, con inacabados recursos técnicos y con visitas al arco contrario, tan limitadas como inefectivas.
Ante Santa Fe, en opaca versión, con su fútbol congelado por la pérdida de influencia de su estrella Ómar Pérez, venido a menos por estos días, y supeditado a las escaramuzas atacantes de Cuero, corredor de 100 metros, sin cerebro, experto en simulaciones, el Once careció de argumentos para regenerar un resultado y de ambiciones para buscar el triunfo.
Las recetas que llegan desde el cuerpo técnico no funcionan, lo que impide que el fútbol practicado se fortalezca porque el camino elegido es el del juego trabado, lateral sin profundidad, lleno de imprecisiones con el balón y evidentes limitaciones en el desarrollo colectivo que conduzca a la portería rival.
Malos momentos, entonces, que agotan la paciencia. Restan cuatro partidos, todos de riesgo, frente a Nacional, Itagüí, Quindío y Patriotas, lo que predice un futuro en extremo incierto.
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