Dos eventos entrelazados a la medicina fueron motivo de hechos y noticias agregadas e infinidad de comentarios realizados desde diversos espacios por múltiples actores de la vida científica, política, gremial, académica, periodística y social del país: La enfermedad y tratamiento del señor presidente de la República y el examen médico fallido al señor vicepresidente.

Ellos actuaron como pacientes y funcionarios manifestando sus consideraciones con respecto a sus dolencias y explicando la manera de ejercer sus cargos con sus enfermedades, dentro de los límites que les impone la Constitución.

Es importante recordar que las relaciones administrativas y políticas que los vinculan por intermedio de sus más altos cargos ejecutivos son asuntos que les competen a todos los colombianos por igual, pero los ciudadanos no siempre se interesan en las actitudes que ellos han adoptado, el uno como titular y el otro simplemente como su reemplazo. Durante la semana el espectáculo de lo mediático embaucó a los colombianos. ¡El presidente tiene cáncer!

Puede decirse que el mejor salubrista actual, sin ser médico y sin proponérselo, es el señor presidente Juan Manuel Santos, quien a raíz de su enfermedad y someterse al tratamiento seleccionado, les habló a los colombianos de una manera llana y directa sobre su proceso.

Ese acto desencadenó una cascada de noticias y comentarios en pocas horas, unos técnicos y otros de un folclorismo desconcertante, sobre el cáncer de próstata, como no se habían hecho juntando los quince años anteriores. Todos los medios masivos de comunicación han llegado a los colombianos, hombres y mujeres, explicándoles sobre el cáncer que tenía el señor Presidente.

Tanto ha sido el impacto que el tema se volvió familiar, y el número de solicitudes de consulta se aumentó en una forma no esperada. Lo dicho, el Primer Mandatario se hizo a sí mismo y a los colombianos un gran favor con su manera franca de enfrentar su dolencia y ayudar indirectamente a que otros pensaran que no están exentos de tener un tumor maligno. ¡Prevención!

Pero lo más importante fueron los mensajes sobre el cáncer en general, en especial la prevención y la manera de hacer un diagnóstico temprano de esta dolencia. ¡Salud pública!

Las personas deben estar convencidas que no necesitan que un alto dignatario, de cualquier ámbito, tenga una enfermedad para pensar en la probabilidad de sufrir lo mismo y que cada ser humano tiene que entender que a pesar de que la Constitución le protege, ¿? , en su derecho a la salud, le compete su obligación de cuidar paralelamente de su bienestar biopsicosocial. ¡Tan sencillo de decir y tan difícil de lograr integralmente en estos tiempos!

De otro lado, con respecto a las secuelas que exhibe públicamente el señor Vicepresidente con motivo de su lesión cerebral, hay que decir que defendió su derecho como paciente, que es inalienable aún con el cargo que ocupa y el otro que potencialmente ejercería. Cuando la medicina se politiza o cuando la política se medicaliza (!) vienen las incongruencias y los sesgos en las decisiones. ¿Tiene derecho el Congreso, con una simple solicitud del organismo, a establecer por encima de toda duda razonable la real situación de salud de quien podría dirigir al país?

Lo que no debió hacer es solicitar a médicos, por muy doctos y probos, de entidades académicas o entidades gremiales, un examen de valoración de su estado de salud. Reiterando, la vía legal para un ciudadano o funcionario es mediante la intervención del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, el cual con sus peritos y utilizando todas las ayudas diagnósticas, tiene la autonomía para hacer una evaluación completa.

La franqueza de Angelino Garzón puede gustar o no, pero está en su pleno derecho de rehusar un examen médico que no sea por solicitud legal. ¡No quiso el vice! Los ciudadanos por muy encumbrados que sean tienen derechos incontrovertibles como personas y pacientes. Los médicos en el Senado son senadores en cumplimiento de la Constitución.

Nota: ¿Qué está pasando con el Hospital Universitario?