Efraim Osorio

Cluster es el término inglés por los castellanos ‘ramo’ (de flores), ‘racimo’ (de uvas) y ‘grupo’ (de personas). El diccionario inglés MacMillan le da las siguientes acepciones: "Un grupo pequeño de personas o cosas muy unidas entre sí. // Muchas estrellas que están muy cerca las unas de las otras. // Una serie de acontecimientos de la misma clase, por ejemplo, casos de enfermedades que se presentan en el mismo lugar o más o menos al mismo tiempo". Ignoro desde cuándo se comenzó a emplear este término entre nosotros, y cuál la idea que representa. Lo cierto es que cada vez lo leo con más frecuencia en artículos de cualquier naturaleza y sobre cualquier asunto. Por ejemplo, en el siguiente, de Sebastián Trujillo Sáenz: "En este proyecto, Antioquia busca identificar sectores con alto potencial para convertirlos en clusters" (LA PATRIA, 25/5/2013). La Academia de la Lengua aún no se ha pronunciado sobre esta palabra en sus documentos oficiales, pero creo que algún día lo hará, y, seguramente, la estampará en la vigésima tercera edición de su diccionario, programada para el 2014, con la definición correspondiente. Si esto llegare a suceder, tendría que castellanizarla, es decir, escribirla de acuerdo con las normas ortográficas que nos rigen, a saber, con tilde en la ‘u’, pues se trata de una palabra grave terminada en ‘ere’, y añadiendo ‘es’ para su plural, así, ‘clúster, clústeres’ (esdrújula). Como ‘púber’, ‘púberes’. Ahora bien, por su pronunciación en inglés, me parece mejor la grafía ‘clóster, clósteres’, como ‘cloche’ (embrague), del inglés ‘clutch’. Pero ésta no es más que mi opinión, que, por supuesto, vale lo que un calamaco.
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Don José Jaramillo Mejía, veteranísimo escritor y columnista consagrado, comenzó su artículo del 27 de mayo de 2013 de la siguiente manera: "Si no produjera una cosa entre impotencia y rabia, daría risa analizar el caso de los feudos politiqueros, que con tanta eficiencia administran los caciques regionales, con prepotencia tal que cualquier extraño pensaría que pueblos, departamentos y regiones son suyos". ‘Suyo, suyos -suya, suyas’ son las formas del pronombre posesivo de tercera persona del singular y plural, que deben concordar en género y número con lo poseído, y equivalen cada uno a ‘de él, de ellos- de ella, de ellas’, complementos que determinan al poseedor. Y así, cuando decimos "esa casa es suya", podemos estar expresando que es ‘de él’, si el poseedor es uno solo y del género masculino; o ‘de ellos’, sin son varios los dueños; o ‘de ella’, si quien la posee es una sola persona del género femenino; si son varias, ‘de ellas’. Es posible, entonces, que, al redactar con el pronombre posesivo, se presente una ambigüedad, como es aparentemente el caso en la frase del columnista, pues el pronombre ‘suyos’ puede referirse o a los ‘caciques regionales’ o al ‘extraño’, confusión que se obvia reemplazándolo por el complemento ‘de ellos’.
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Por su naturaleza, los prefijos tienen que ir pegados a la palabra cuyo significado modifican. El señor Rudolf Hommes debe saberlo, pero no aplica su conocimiento, como se puede ver en las siguientes frases: "La alianza del Pacífico (…) incidirá positivamente (…) porque va a reducir el sesgo anti exportador de la política comercial del país…"; "…y políticas que vayan más allá de proponer y aplicar fórmulas macro económicas" (LA PATRIA, 27/5/2013). En la primera debió escribir ‘antiexportador’; ‘macroeconómicas’, en la segunda. El prefijo ‘anti-’ significa "opuesto o con propiedades contrarias"; ‘macro-’, "grande". Desde la vigésima segunda edición de su diccionario, La Academia también le da a ‘macro’ el significado de "abreviatura de macroinstrucción", en informática. De ‘macroinstrucción’ dice: "Secuencia de instrucciones que se realizan automáticamente con una sola orden". Con esta acepción, el término ‘macro’ puede ser masculino o femenino, pero se prefiere este último género: "Las macro son la herramienta perfecta para realizar este tipo de trabajo de forma mucho más rápida y sencilla" (Delgado/Gutiérrez, Office, Esp. 2000).
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Del Boletín de Prensa del Concejo de Manizales, 30/4/2013: "Por unanimidad concejales aprueban (…) Proyecto de Acuerdo que autoriza la creación del Fondo de Compensación Receptor de las Áreas de Sesión de las licencias de Urbanización o Parcelación de Manizales". No se pueden confundir las palabras ‘sección’, ‘sesión’ y ‘cesión’. En efecto, ‘sección’ (del latín ‘secare’, ‘cortar’) significa, entre otras cosas, "separación que se hace en un cuerpo sólido con un instrumento o algo cortante" (…) // 3. En los medios de comunicación, espacio que se reserva para un tema determinado", por ejemplo, la sección de Clasificados. ‘Sesión’ (del latín ‘sessio’, ‘acción de sentarse’) es el "espacio de tiempo ocupado para una actividad", como las sesiones del Concejo de un municipio. Y ‘cesión’ (del latín ‘cessio’, ‘cesión’), el término que pide la idea del boletín citado, quiere decir "renuncia de algo, posesión, acción o derecho, que alguien hace a favor de otra persona", verbigracia, la cesión de una licencia. Tiene razón, entonces, el abogado y periodista Rafael Antonio Zuluaga Villegas cuando critica la cacografía del redactor de los comunicados del Concejo de Manizales.
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La VEINTITRÉS: En ella encontramos de todo, absolutamente de todo, menos orden y aseo.
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