El decreto 1850 de 2002 exige que la jornada escolar en Colombia debe garantizar un mínimo de 20 horas efectivas de 60 minutos para el nivel preescolar, 25 en básica primaria y 30 en básica secundaria y media vocacional, lo que acumularía en las 40 semanas del año lectivo 800, 1.000 y 1.200 horas de 60 minutos en el año, respectivamente, para cada nivel del ciclo de formación; revisado en detalle el contenido de la referida norma, no se encuentra alusión alguna al tema del descanso o el recreo; solo vía directiva ministerial, la 03 de 2003, el MEN aclaró que el descanso debe estar por fuera del tiempo real que exige la norma y, en consecuencia, la jornada escolar tendría que prolongarse por el computo adicional del tiempo dedicado a este atractivo momento de la vida escolar. Pues bien, desde allí y hasta ahora, nos enfrascamos en un debate nacional por los tales cinco minutos, demanda va demanda viene, concepto va concepto viene, directiva va directiva viene, en fin, el tema de los cinco minutos se ha convertido para los maestros y para el gobierno en un gran debate nacional. En lo particular, yo lamento profundamente esta situación, porque la educación y la escuela tienen una serie de tensiones nacidas en el seno mismo de la pedagogía que deben ser abordadas con urgencia por el país educativo, y cuando hablo de país, me refiero a todos los actores del escenario educativo: maestros, gobierno, padres de familia, iglesia, sociedad civil, empresarios, dirigentes políticos. Todos concentrados en una agenda que urge y precisa el interés nacional por la dignificación de la profesión docente, las estrategias para intervenir la deserción escolar, la calidad de la educación, el acceso a la educación superior, la articulación de los niveles educativos, el análisis de factores asociados a la calidad, la renovación curricular y lineamientos, modelos y tendencias pedagógicos, la orientación profesional de los estudiantes, la atención a la población con necesidades educativas especiales, la atención a la población con talentos excepcionales; así, es el aspecto neurálgico que vive hoy la escuela en Colombia y que reclama su debida atención, su análisis y sus rediseños. Como podrá darse cuenta, amigo lector, no se compadece que ante una agenda tan congestionada, maestros y gobierno discutamos si las clases deben ser de 55 ó 60 minutos; nosotros, los maestros debemos estar comprometidos con garantizar los mayores y los mejores tiempos de escolaridad a los niños de Colombia y, sé que así lo entiende buena parte si no toda la dirigencia sindical, pero es el Estado, es el gobierno el que debe atender al maestro en sus condiciones de dignidad, como en su remuneración salarial, en seguridad social, en incentivos, en su capacitación; para que así entregue al estudiante lo mejor de sus méritos pedagógicos, toda su idoneidad de maestro en formación, acompañamiento, asesoría, tiempo escolar, atención a padres de familia y demás.

Llamo, entonces la atención de los maestros para que entreguemos a los estudiantes todo el tiempo de acompañamiento posible en la escuela y que las condiciones lo permitan, no por obligación laboral o por exigencia del Estado; hagámoslo por convicción personal y profesional; invito, también, a los directivos a respetar la jornada laboral de los docentes, que está totalmente definida en seis horas diarias y treinta, a la semana. El MEN debe atender con interés, las reclamaciones de los maestros y demostrar la voluntad política para avanzar en concretar la agenda pactada, que nos lleve a poner el debate nacional en umbrales de verdadero interés, por encima del ya referido de los cinco minutos, que ojalá pronto pase a ser historia.