Luis F. Molina


Luis F. Molina*En Twitter: @luisfmolina
Somos demasiado reiterativos en el tema. Pero este tópico es un ejemplo que merece un análisis profundo para no cometer los mismos errores. Cegar una nación entre dos tintes políticos con diferencias notables es llevar un pueblo a la confusión y, quizás, a la desgracia. Probablemente, que la mayoría de sus habitantes hayan crecido en medio del más profundo secretismo y especulación, significó el germen que desde hace años políticamente desarrolló a Estados Unidos a la nación que es hoy.
Lo que ocurrió la semana pasada es algo que merece un análisis fuera de las limitantes de la política y el partidismo. Los servidores públicos estadounidenses son realmente diferentes a los de aquí. Ellos, por su parte, creen en una causa política que defienden a capa y espada. No van por las instituciones y corporaciones creando nuevas agrupaciones bajo las costas de la unión democrática.
Sin embargo, los políticos estadounidenses -como muchos del hemisferio norte industrializado- harán lo que sea posible por defender su causa, y si para lograrlo son necesarios trucos políticos, debates sin sentido y ataques mediáticos, no habrá problema alguno. Esa será la constante. Las comparaciones son odiosas, y lo más son cuando son ciertas. Eso no quiere decir que los congresistas colombianos sean malos, no. Recordemos todos que son honorables congresistas.
Por eso, el fanatismo político solamente puede interponer problemas en el crecimiento democrático. Muchos otros ‘zorros’ usan la política para encubrir otros fanatismos ideológicos y/o religiosos. Finalmente, quienes perderán siempre serán los ciudadanos.
El enredo de los apagones gubernamentales no es nuevo. La historia cuenta que durante los dos periodos presidenciales del republicano Ronald Reagan (1981-1989) hubo ocho interrupciones de gobierno. Es decir, cada año de su presidencia se tuvo que enfrentar a un congreso salvaje en su contra. Al demócrata Bill Clinton (1993-2001), por la misma cantidad de años en la Oficina Oval, dos veces las finanzas del Congreso le ordenaron parar su administración.
Los actuales congresistas estadounidenses (2011-2015), después de haber tenido el gobierno en apagón parcial por casi dos semanas, tuvieron que decir sí entre dientes a un acuerdo que solamente firmaron para una reactivación transitoria de la economía estadounidense y a la postre; mundial. Obama culpó a los republicanos que controlan la Cámara de Representantes y ellos a Obama y el Senado (controlado por demócratas).
Tan infortunado es que los republicanos hayan puesto una zancadilla al gobierno, como que Obama se escudara en ellos para deslegitimar el debate político presupuestario que desde hace años toma amplias planas de los periódicos. Y es que es preocupante: Cuando Barack Obama llegó a la presidencia de EE.UU. el 20 de enero de 2009, el total de la deuda pública nacional de ese país era de 10,6 trillones de dólares. Hoy, miércoles octubre 23 del 2013, ese número ha aumentado a más de 17 trillones de dólares. Aclaración: Los anteriores guarismos están expresados en sistema inglés y pueden ser consultados en el portal www.usdebtclock.org
Por ello, la segunda arandela que viene luego del presupuesto nacional es el aumento del techo de la deuda; el limitante que permite al gobierno prestar más dinero para solventar sus gastos satisfactoriamente. En efecto, ese es el punto más delicado. Estados Unidos no puede aumentar el techo de la deuda cada que sea necesario y en el calendario esté marcada la fecha. La razón: la bancarrota del Estado o el ‘default’ económico pondrían patas arriba las finanzas mundiales.
El círculo vicioso se reduce a encontrar su primer punto el próximo enero y febrero. El primer mes de 2014 el Congreso debe acordar un nuevo presupuesto, más profundo y fuerte que los paños tibios que aprobaron la semana pasada. El 7 de febrero deben analizar la posibilidad de aumentar el techo de la deuda nuevamente. La única posibilidad de terminar con esta trampa que puede llevar al abismo la economía mundial se verá el próximo 13 de diciembre cuando en el Congreso de ese país se presente un presupuesto para los próximos 10 años.
Por eso, en la deuda y el gasto nacional se basan los alegatos de los republicanos. Su filosofía es más económica que social, claro está. Por ello están apelando a cualquier recurso para hacer saber a su nación que van directo a la quiebra, si es el caso actual. Los demócratas se defienden y argumentan que ese gasto era necesario para recuperar la economía. Entonces, la dicotomía no puede ser más grande.
Solamente queda decir que el próximo presupuesto va a estar lleno de recortes que prescindirán de los fondos de miles de investigaciones y mejoras y dejarán en vilo cientos de proyectos de gobierno y ayudas internacionales, por ejemplo. Queda únicamente ver si cada partido seguirá torturando a su semejante para conseguir lo que creen correcto.
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