Presidente Juan Manuel Santos, ex presidente Álvaro Uribe, hay que decirlo sin rodeos: la pelea entre ustedes en nada ayuda a la solución de los problemas y debates del país. Por el contrario, los empeora.
Sobretodo cuando ese debate se da en los términos vulgares de una pelea de borrachos en una taberna. Esa no es la forma de comportarse entre dos líderes políticos y menos cuando se defienden los intereses particulares, y no procurando por las metas de Colombia.
Ustedes son los dos mandatarios más importantes de la historia reciente del país y por eso ese no puede ser el tono, la forma y menos las palabras. Se extrañan la dignidad y la prudencia. Pero aún más los argumentos, expuestos con claridad y elegancia. Todo eso se perdió.
Ahora solo queda el insulto primario. La palabra vacía. El grito rabioso. Y eso deja mucho que desear de ustedes como presidente y antecesor, mas aún cuando ambos sacan pecho de ser personas que enfrentan el debate y la discusión con ideas. Errado.
Lo cierto es que ninguno de ustedes dos ha honrado la oposición. Ante la crítica disonante en su contra ambos han sido intransigentes y han respondido al ataque con otro ataque. Los ejemplos de esto sobran en los gobiernos de Uribe, y ahora el presidente Santos, con una máscara de mayor tolerancia frente a la contradicción de posiciones políticas, ha demostrado ser igual de intransigente. Patético.
Sobre todo porque en esta gritería que parece entre peleadores de barrio defendiendo su orgullo, lo que se perdió fue la verdad. Y para la opinión pública, en medio de las mutuas insolencias que van desde rufián hasta canalla, ya no se trata de apoyar a uno o al otro, o de creer en los argumentos del presidente o en los del ex mandatario. Lo único que nos queda es lamentarnos por ustedes, y de paso, por el país.
Que ambos quieran librarse de cualquier responsabilidad y culpabilizar al otro frente a los errores en el tema de la pérdida de mar territorial con Nicaragua y el trato preferencial con el general de la Policía Mauricio Santoyo, hoy condenado en los Estados Unidos por su relación con los paramilitares, es una tarea estéril de los dos.
No se puede desconocer la responsabilidad del gobierno de Uribe en estos temas, y menos intentar negar que el mandatario Santos fue parte crucial y estratégica de ese gobierno en su momento.
Pero aunque ambos tienen compromisos y explicaciones que dar en estos y otros puntos importantes que hay que aclarar, esa no es la forma ni ese el escenario. Enfocarse simplemente en encontrar a los responsables o, mejor, concentrarse en culparse mutuamente, resulta infantil y poco creíble.
Y lo peor, es que esto distrae y a la opinión pública de los debates esenciales del presente y el futuro de Colombia.
Es esencial que debatan y discutan en privado sus desavenencias, sin acudir a los trinos escuetos, ni a las cajas de resonancia de los medios de comunicación.
Hay que recuperar el diálogo y la cordura. Usted, respetado presidente Santos, tiene que regresar al mantra y el temple que tuvo en sus primeros meses de gobierno y dejar de responder a cada ataque de 140 caracteres para dedicarse a gobernar. El país lo necesita.
Y usted, respetado ex presidente Uribe, debería elevar la altura de su oposición y crítica política, que es necesaria para encaminar al gobierno, pero no sobre las defensas personales de sus mandatos y sin personalizar los debates, sino discutiendo sobre los asuntos cruciales de la política. Buena falta le hace al país esto.
Este nuevo pulso público entre ustedes hace pensar que estas peleas continuarán en el futuro más cercano y la verdad es que nadie puede más con esto. Suficiente. La popularidad de ustedes no puede defenderse con ataques constantes hacia el otro. Piensen en Colombia y debatan por el bienestar de ella. Gracias.
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