Alvaro Segura


¿Qué sabe usted de la crisis cafetera? Sin ser experto les puedo decir que esto no va bien. Y nuestra caficultura no viene bien desde hace muchos años pues la actual situación en materia económica, sobre todo para los cultivadores rasos, es decir aquellos que viven de su mediana o pequeña parcela y que por sus limitaciones económicas no tienen capacidad de maniobra, se torna inmanejable.
Hoy estamos muy cerca de hablar de ruina para el sector, independiente de que haya un importante grupo, entre pequeños, medianos y grandes cafeteros, que muestran estabilidad tanto productiva como económica gracias a que han tenido la fortuna de tecnificar sus fincas, lo que les permite mezclar al tiempo otros productos, o se metieron con los cafés especiales.
Pero se trata de un porcentaje muy bajo que en todo el país o en nuestro departamento no alcanza el 20% de los productores, es decir que mínimo el 80% de las 530 mil familias cuya sostenibilidad depende del cultivo del grano van camino a la pauperización pues ya están empobrecidas, razón por la cual su calidad de vida se volvió a deteriorar de manera considerable con nefastas consecuencias humanas y sociales pues se acaban hogares, hay mala nutrición y enfermedades, crece la delincuencia, aumenta la prostitución, se incrementan los crímenes y las zonas se vuelven caldo de cultivo para los grupos armados ilegales que solo producen terror y drama.
Si bien en esto del café hay muchos factores que juegan en contra, como por ejemplo la cotización externa la cual incide directamente sobre el precio interno del grano, hay y debe haber otras alternativas para encarar esta crisis. Un ejemplo de la gravedad de lo que vivimos es el siguiente: hace un mes y 20 días (el pasado 20 de septiembre), es decir en un muy buen momento del comienzo de la actual cosecha que algunos dicen será histórica, el precio de la libra de café en la bolsa de NY era de un dólar con 15 centavos (US$1,15) y el de la carga interna era de $423.750 para Manizales y Chinchiná. Hoy esos esos valores son US$1,04 la libra en el marcado externo, mientras en nuestra zona se paga la carga a $380.000.
Gravísimo y preocupante lo que sucede, independiente de que al gobierno nacional y a su ministro de Hacienda les parezca la mayor proeza decir que hasta la fecha los desembolsos de los Programas de Protección del Ingreso Cafetero (PIC) y Apoyo al Ingreso del Caficultor (AIC) siguen creciendo, lo mismo que el número de beneficiarios, y que se han realizado giros a los productores por 857 mil millones de pesos.
Claro que se trata de ayudas significativas, pero que no son suficientes. Como insuficientes han sido las propuestas para sacar al principal renglón económico agropecuario del país de la crisis, crisis que en otros momentos y de afectar a otros sectores ya habría tenido acciones distintas con impacto para todos los colombianos, como la banca que se recuperó gracias a nuestros recursos con el impuesto del 4 x 1.000 pero que a la hora de prestar aplica tasas altísimas y restricciones insospechadas cuando se trata de quienes no poseen altas sumas de dinero, mientras los bancos ganan billones y billones de pesos cada mes.
Es cierto que en este momento, por iniciativa del gobierno del presidente Juan Manuel Santos, se discuten alternativas que permitan establecer una política cafetera integral, sin embargo también afloran notables diferencias entre los tecnócratas dispuestos para ese trabajo y los representantes de los cafeteros que ven cómo se pretenden aplicar medidas que no llevan a las soluciones estructurales del problema.
Nos quedamos con la fama de la época de bonanza cafetera cuando, efectivamente, hubo maravillosos ingresos que alimentaron tanto esta región como el resto del país pues gracias a esas ganancias producto del trabajo arduo de nuestros cultivadores se destinaron multimillonarios y cuantiosos recursos de la época para construir carreteras e infraestructura. Hoy sin que nada nos regalen, pues aquí se sigue trabajando muy duro, se pide un poco de razonabilidad en la compensación.
Llama la atención que mientras el gobierno restringe al máximo la asignación de ayudas con el argumento de que no hay dinero, como se dijo hace tres y cuatro meses, hoy cuando está a punto de definirse la intención del presidente Santos de buscar la reelección aparezca plata de donde no la había antes para satisfacer necesidades. Con eso se demuestra que la sociedad colombiana responde cuando algo se le entrega.
Nuestro Paisaje Cultural Cafetero fue declarado por la Unesco como patrimonio de la humanidad, sin embargo frente a ese maravilloso reconocimiento muy poco se ha podido hacer pues se necesitan recursos económicos para hacerlo sostenible y en medio de la crisis del precio del café los dueños de predios no tienen de dónde echar mano. Por eso muchas bellas construcciones y terrenos están a punto de perderse y el Estado no ha definido ayudas para esto. Este año será histórico en producción cafetera pues después de casi una década se volverá a un importante nivel de crecimiento, pero, ¿para qué esforzarse por un producto cuyos costos al cultivarlo no compensan siquiera la inversión? Esto es un negocio, pero nadie está dispuesto a trabajar a pérdida.
En Caldas el principal producto agropecuario es el café que representa casi el 50% de las exportaciones totales del departamento, mientras en Risaralda es el 67% y en Quindío el 97%. Eso quiere decir que la economía de la zona cafetera sigue dependiendo en gran medida de la caficultura, pero si no hay cambio ni compensación no habrá salvación. ¿Se imaginan qué puede pasar en nuestro departamento si no hay estabilidad económica para el 80% de las 35 mil familias cafeteras que trabajan hoy a pérdida? Del café sigue dependiendo gran parte de nuestra economía.
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