Un juicioso estudio, realizado entre otros por César Vallejo Mejía y Carlos Gustavo Cano sobre el café, titulado "El mercado mundial del café y su impacto en Colombia", deja ver una profunda responsabilidad del Estado y la institucionalidad cafetera en la actual situación de dificultad del sector. Pero también hace énfasis en que los caficultores han tenido parte de culpa en el problema. Es una radiografía publicada en Borradores de Economía 710 que les recomiendo. El punto que más me llama la atención de este documento es la importancia que le da al sector cafetero como generador de desarrollo, muy por encima del ahora tan nombrado sector de la minería.

El resumen del artículo muestra toda su riqueza: "La pérdida de importancia económica de la caficultura en Colombia, tanto en el contexto nacional como en el internacional, se explica, principalmente, por la caída dramática de su productividad; el consiguiente empobrecimiento de los caficultores, así como por el envejecimiento de estos y de los cafetos; la lentitud de los procesos de adopción de nuevas tecnologías y variedades resistentes a las plagas, en especial la roya; y la baja fertilización, entre otros factores. Ejercicios econométricos sugieren que la actividad cafetera, vía consumo, impacta más el crecimiento económico que la industria minera, con la ventaja adicional de que la caficultura emplea grandes porciones de la población y dinamiza la malla productiva de las regiones, siendo un instrumento ideal para sacar a grandes poblaciones rurales de la pobreza. También, se señala que la institucionalidad colombiana ha desaprovechado el actual esquema de libre comercio del grano para recuperar la productividad y las exportaciones. Finalmente, se elaboran recomendaciones, en relación con el cultivo, la comercialización y las instituciones del sector, para fortalecer su capacidad de enfrentar futuros choques de precios y contribuir a atenuar sus efectos sobre la economía".

La institucionalidad cafetera sale rajada: se afirma, por ejemplo, que el país que menos éxito ha tenido en sortear la era post-acuerdo internacional ha sido Colombia. La crítica a la pérdida de participación de mercado se va lanza en ristre contra la política de comercialización. La productividad y rentabilidad de los cultivos es baja, la ciencia que maneja Cenicafé ¡no llega efectivamente a la base! La trampa de pobreza de algunos minifundistas se convierte en explicación de la baja rentabilidad. Por el anquilosamiento de nuestra institucionalidad, el estudio propone una Comisión de Alto Nivel para revisarla a fondo y de manera independiente, cosa difícil con los cafeteros que tienden a cooptar a los críticos.

Uno de los puntos que se plantea es el arbitraje de recursos para el sector. Y en esto me ha llamado la atención la contribución cafetera del 5% del ingreso internacional, que viene promocionando el Gerente de la Federación, pues realmente no va a alcanzar para hacer el gran cambio en el sector. ¿Será que el resto le corresponde al Estado por el impacto positivo tanto en términos de consumo interno como de generación de empleo? Discutible, pero el estudio resalta las bondades sociales y económicas del sector cafetero y daría pie para tener un goloso cupo en el Presupuesto nacional destinado a la caficultura.

La última frase del estudio es bien provocadora: "El aprovechamiento de este sector como locomotora de crecimiento económico y progreso social está más vigente que nunca".

Esperamos que la recomendada Comisión de Alto Nivel se conforme y que tengamos una lectura que nos dé un mejor horizonte para el café en las condiciones del mercado internacional y las necesidades que tenemos como país y en particular nuestro campo.