Luis F. Molina


Dicen muchos que las comparaciones son odiosas, pero generalizar la anterior premisa puede ser un yerro craso. De las comparaciones se aprende, siempre y cuando no tengan la intención de vilipendiar. Con el creciente drama mediático y político que surge entre Corea del Norte y Corea del Sur cada vez veo más semejanzas entre la República Bolivariana de Venezuela de hoy y Corea del Norte.
No es necesario hablar de aquellos que se alzaron en el poder y quisieron llevarse todo el protagonismo político. Sin embargo, ellos influyeron para sumir a sus respectivas naciones en crisis económicas de gran dimensión. Un gran ejemplo es que los ciudadanos de Corea del Norte no tienen energía en las noches. El mapa nocturno de Asia muestra una zona en negro sobre esa nación, más cuando su vecino del sur brilla como pocas naciones en todo el planeta.
La República Popular de Corea no les da a sus ciudadanos algunos servicios domiciliarios y tampoco acceso a las telecomunicaciones que hay en el resto del mundo. Solamente basta ver los comunicados de la televisión estatal para que su retórica bien pueda trasladar la audiencia a plena mitad del siglo pasado. También se conocen testimonios de los trabajos a los que son forzados los deportistas norcoreanos cuando no logran la victoria en sus respectivas competiciones. Y ése es solo el principio frívolo de las cosas.
La dinastía Kim está en el poder de Corea del Norte desde 1948. Estos políticos de grandes papadas se apoderaron del norte de Corea por la gracia concedida por el apoyo soviético y los movimientos militares de la posguerra. Desde entonces, hicieron su parecer y hoy todavía creen ser paladines de una causa perdida.
Así las cosas, y bajo las ordenes del Kim Jong-un, pasó inadvertido para la prensa mundial la declaración de nulidad hecha por Corea del Norte al armisticio de 1953 que permitió terminar con la Guerra de Corea. Nunca se firmó un tratado de paz por lo que la República Popular de Corea decidió romper con la tensa calma que por décadas existió con su similar del sur.
Estos cabos que quedaron sueltos desde la mitad del siglo XX enredarán el futuro de esta región y podrían afectar a economías tan sólidas como la japonesa y la china, incluso. Si Corea del Norte se enfrasca en una guerra contra su vecino del sur y Estados Unidos podría ser su fin como Estado. Una guerra suicida que terminaría con la vida de muchos norcoreanos reprimidos por su sistema de gobierno.
Mientras tanto, Venezuela va por el mismo camino de Corea del Norte con Nicolás Maduro. Parece que el presidente encargado perdió el juicio y su sentido común. Es inútil ahondar en los insulsos comentarios de Hugo Chávez reencarnado en un pájaro o mucho menos en su torpe discurso político, falto de fundamentos y basado en las premisas de sus idílicos pensamientos con el fallecido comandante presidente.
¿Qué sostenibilidad puede tener Venezuela si sigue gastando a manos llenas una riqueza que se puede agotar en cualquier momento? ¿Qué defensa pueden tener? Aunque con breves etapas de resplandor, la economía del país vecino está en la encrucijada de un renacimiento o la miseria absoluta que únicamente generará equidad en la pobreza. La razón está en la desdicha social en la que son expertos los románticos del poder, como el oficialismo venezolano o la dinastía norcoreana.
La inexperiencia y la soberbia del tercero de la familia Kim pueden resultar en una desastrosa guerra. La vieja retórica del insulto y la provocación es común en estos días. Noticias de pruebas nucleares, tensiones fronterizas y reclamos por viejas cuentas serán el común denominador. Esta guerra fría entre las Coreas es otro símbolo de las pésimas ejecuciones de la geopolítica del siglo pasado.
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