Andrés Hurtado


En el momento de escribir estas líneas aparece en el Internet (¿la Internet?) el dato de los 9 aeropuertos más complicados del planeta y en efecto hablan de este de Paro, a donde llegué y dicen que al final el avión debe aterrizar casi en curva. Y así fue.
Bután es un país muy pequeño; sus 47 mil kilómetros cuadrados no llegan a la mitad del área de nuestro departamento del Amazonas que alcanza los 110 mil kilómetros cuadrados. Son 700 mil habitantes que arrojan una densidad de 46 butaneses por kilómetro cuadrado. Es pues, una densidad alta.
El 65% del país son bosques y el 70 montañas. Toda la frontera norte que lo separa de China corresponde a los Himalayas y se trata de una serie de picos de seis y siete mil metros de altura. Todo este coctel de bosques, montañas y picos produce abundancia de ríos. Y la presencia de montañas, bosques y nieve significa simplemente otra abundancia, la de cascadas. Y la abundancia de cascadas puede implicar y en Bután implica, en efecto, abundancia de hidroeléctricas. He repetido a conciencia varias veces la palabra abundancia, porque en Bután la riqueza en recursos naturales es sencillamente impresionante.
Los bosques son sagrados. Existe una zona a la que los turistas no tienen prácticamente acceso y se llama Las Montañas Negras. Debo decir que fui autorizado a visitarlas. Compañías norteamericanas solicitaron permiso para explotar el oro en esta región, pues estudios realizados indican que allí el precioso metal es abundante.
Tanto el rey como el primer ministro y el parlamento negaron el permiso. Las compañías ofrecieron "el oro y el moro" pero nada lograron. Para nosotros las montañas son sagradas, fue la contundente respuesta de los butaneses.
Paréntesis obligado: habría que invitar a Bután con todos los gastos pagos al presidente de Colombia y a las autoridades ambientales, para que aprendan que el agua, el aire puro y la identidad nacional valen muchísimo más que todo el oro del mundo. Y en el mismo avión habría que empacar a las empresas mineras canadienses y africanas presentes en Colombia, para que aprendan a respetar a los países "subdesenvolvidos" y sus valores culturales y su identidad nacional. Pero estas empresas deben viajar pagándose ellas todos los gastos. Y los demás, los colombianos, debemos rezar para que el avión que los lleve haga un aterrizaje feliz en la pista de Paro, una de las más peligrosas y complicadas del mundo.
Después de esta obligada observación volvamos a nuestro relato. Decíamos que Bután no tiene industrias y no parece ansioso y muchos menos desesperado por tenerlas, como sí estamos los demás países del planeta, y sin embargo es el país cuya "misión, visión" es la felicidad de sus habitantes. Y lo ha conseguido. Los occidentales desarrollistas quieren minimizar los esfuerzos de Bután para lograr la "happiness"! pero se estrellan contra la incontrastable verdad de que los ciudadanos de Bután, en su mayoría campesinos, si bien no son ricos, tampoco son infelices.
El país tiene una larga tradición e historia pero el reino tal como hoy lo conocemos solo fue fundado en 1907. En 2006 renunció el rey Jigme Singye Wangchuck, en favor de su hijo, el actual monarca Jigme Khesar Wangchuck, pero la coronación solo se llevó a cabo dos años más tarde, en 2008, porque así lo aconsejaban los astros.
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