Leonardo Pineda


Leonardo Pineda
No creo en las predicciones Mayas, tampoco creí todo lo que decían del año 2000 y no me equivoqué; no creo en Nostradamus y me parece que todas sus profecías son aplicables a cualquier momento histórico; tampoco creo en el Armagedón y recuerdo que mamá me decía “El fin del mundo es individual”, aunque realmente me gustaría pasar un poco inadvertido a la hora de morirme y que me tocara en medio de un tipo de hecatombe como las profetizadas a lo largo de la historia: el cambio del eje terrestre, el choque de un meteoro gigante o una invasión alienígena.
Si alguna de las anteriores llegara a pasarme, pues me tragaría mis “no creo” y llegaría al cielo (obvio) con un ¡Oops!; el fin del mundo ha sido recurrente en la historia del cine y nos ha ofrecido miles de alternativas en las que por lo general los americanos salvan el planeta o se salvan ellos. Sin embargo la visión de la escritora y directora Lorene Scafaria en su película Buscando un amigo para el fin del mundo (Estados Unidos, 2012) es sumamente intimista y profunda. La película plantea el fin inminente del planeta por el asteroide Matilda y la forma como un grupo de personajes planea pasar el resto de sus días, no hay ninguna esperanza de sobrevivir, pero cada uno tiene una forma de enfocar el evento desde el optimismo extremo hasta el desconsuelo total.
Las escenas son bastante emotivas pero enmarcadas con un humor magnífico que hace reír desde la angustia misma ante el desosiego de un no futuro. Se pregunta uno, como espectador, ¿Qué haría yo en esa situación? ¿Realmente buscaría a alguien para compartir el fin? ¿Qué cosas haría que no haya hecho? ¿Vale la pena un último esfuerzo por repensar lo que ha sido mi existencia? ¿Cómo llenaría ese vacío existencial que genera la ausencia total de esperanza: amor, sexo, fe, diversión? Todo ello está planteado de manera genial por la directora, cada frase está escrita de modo jocoso y al mismo tiempo intenso, generando una reflexión acerca de cuál es el verdadero sentido de la vida. Las actuaciones de Keira Knightley como Penny y Steve Carell como Dodge son impecables: ella con un desparpajo atormentante ante las situaciones que enfrenta y él con su pasividad absoluta se complementan maravillosamente en un film donde no hay mayores efectos especiales ni una imagen terrible del cielo a punto de caer.
La película me hizo pensar en mis amigos, en mi familia, en mis conocidos, en la manera como uno va cargando la existencia de cosas que a la larga no van a tener ningún significado y donde hay que mirar el verdadero valor de lo que los sentimentales llaman las pequeñeces. Pequeñeces como el compartir una comida, una película, un abrazo de verdad, una sonrisa, una charla amena y sincera, un regaño cariñoso, una palabra amable, un video nuevo, un comercial increíble, una cantante desconocida, un chiste flojo; pequeñeces que finalmente constituyen las verdaderas relaciones, esas que se llevarán en la mente y en el corazón hasta el momento final (individual o colectivo) y que hacen que cada día tenga un nuevo significado. Me di cuenta que en mi caso no debo buscar amigos para el fin del mundo… ¡ya tengo!
Comentarios, dudas y recomendaciones en leonardopinedatanaka@hotmail.com.
D E S T A C A D O
Las escenas son bastante emotivas pero enmarcadas con un humor magnífico que hace reír desde la angustia misma ante el desosiego de un no futuro.
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