Juan Camilo Restrepo


La tasa de cambio se está recuperando. Ya pasó la barrera de los dos mil pesos por dólar. Aunque las razones que explican esta evolución hay que ubicarlas más por fuera que por dentro de Colombia, es necesario darle la bienvenida.
Por varios años veníamos buscando esta recuperación de la tasa de cambio. La constante revaluación del peso ha golpeado despiadadamente las exportaciones, en especial las agrícolas (café, banano, flores, etc.); ha afectado el empleo nacional; y, claro, ha favoreciendo el contrabando.
Durante las últimas semanas algunos países han devaluado fuertemente como es el caso de la Argentina; o han camuflado una devaluación reprimida como sucede en Venezuela. En ambos casos la razón principal ha sido los astronómicos índices de inflación doméstica: cerca del 30% en Argentina y superior al 60% en Venezuela.
Este no es el caso de Colombia, que en el 2013 registró una de las inflaciones más bajas de su historia: por debajo del 2%.
Otros países, como Turquía, Brasil, India y Sud África, han tenido que defender sus monedas de una brusca devaluación elevando las tasas de interés de sus Bancos centrales a niveles altísimos.
Esta no es tampoco la situación de Colombia, donde el Banco de la República ha mantenido estables sus tasas de referencia.
La recuperación de la tasa de cambio en Colombia parece estar más asociada a las noticias que llegan sobre recuperación lenta pero cierta de la economía Norteamericana. Y, sobre todo, a los anuncios que hizo la Fed de que se apresta a reducir gradualmente el programa de reactivación de la economía. Esto hará subir las tasas de interés en USA.
Ante esta expectativa, los inversionistas están sacando capitales de los países emergentes donde habían aterrizado en los últimos años llevándolos de nuevo a los Estados Unidos.
Lo anterior explica la caída que hemos presenciado últimamente en las bolsas de valores de los países emergentes, incluida la de Colombia que en lo que va corrido del año se ha descolgado 9%.
Allí parece radicar la razón de la ventisca devaluacionista que se viene observando últimamente en los mercados emergentes. Ventisca a la cual Colombia no ha sido tampoco una excepción.
Sin embargo, a diferencia de lo que se observa en otros países emergentes, la devaluación del peso no parece ser un síntoma de debilidad. Nuestra inflación es y seguirá baja; no hay presiones inquietantes sobre las reservas internacionales del país como ha sido el caso de la Argentina donde las reservas del Banco Central se han descolgado más del 30%; ni se anticipa tampoco el estallido de una devaluación aún más fuerte como la que está represada en Venezuela. En Colombia la tasa de cambio parece reflejar más bien un equilibrio señalado por el mercado. Y las cuentas fiscales, al menos hasta el momento, están en orden.
De manera que démosle la bienvenida a este respiro devaluacionista. Nuestras exportaciones habían venido padeciendo un vía crucis prolongado con la fuerte revaluación de los últimos años. Parece estar llegado pues el punto final de estas tribulaciones revaluacionistas.
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