Este doloroso período bajo la corona noruega es llamado en la historia del país "la era de la penuria". Pero vendrían cinco siglos todavía más catastróficos y humillantes para el país bajo el dominio de la despiadada Dinamarca. Este país y Noruega eran potencias enemigas y una serie de penalidades ocurridas en Noruega, entre ellas la temible peste negra, dieron pie a que Dinamarca se impusiera a su rival tradicional; en esas circunstancias la desventurada Islandia quedó ahora bajo las garras, porque no otra es la palabra, de Dinamarca. Entonces empezó la época de la dominación danesa que fue todavía más tiránica que la de Noruega. En estos quinientos años, hasta el siglo XX, a las penalidades originadas por la opresión danesa se juntaron las calamidades naturales. La erupción de un volcán que duró casi un año diezmó prácticamente la población del país. Las injustas leyes aduaneras impuestas por la metrópoli sembraron el hambre en el país. A todas estas desgracias se unieron las pestes que asolaron lo que los volcanes dejaron. Y para completar el marco doloroso vino la humillación del espíritu nacional de los islandeses. El rey de Dinamarca obligó a los islandeses a abandonar su religión tradicional tan querida por ellos, la católica, que fundó y pobló con sus monjes el país, para adoptar el luteranismo. Los islandeses se opusieron desesperados. El catolicismo había institucionalizado jurídica y legislativamente el país y marchaba codo con codo con la literatura nacional. Entonces el rey de Dinamarca ordenó asesinar al obispo Jon Arason y a su familia y así, "por las buenas", Islandia se convirtió al luteranismo, religión hoy dominante, aunque los islandeses mayoritariamente son poco practicantes. Actualmente hay unos 2.000 católicos, casi todos ellos inmigrantes polacos y unos 15.000 islandeses han decidido volver al neopaganismo vikingo y con él explican los fenómenos del vulcanismo y del tectonismo. Y así dicen que las erupciones volcánicas son las iras del dios Odin. Y con los mismos dioses del panteón vikingo, explican el mundo y acomodan su vida: Thor, el dios del trueno; Thir, el dios de la justicia y Freya, la diosa del amor. Curioso fenómeno religioso en estos tiempos de ciencia y de tecnología que nos explican con evidencia total los fenómenos del vulcanismo.

Pero todavía hubo más calamidades. En el siglo XVII los ingleses disputaban a España el dominio sobre el mundo. Los piratas al servicio de la corona inglesa asolaban las posesiones españolas en el Nuevo Mundo. Los españoles, por su parte, rivalizaban en atrocidades con los ingleses. Y así, los unos y los otros, españoles e ingleses, llegaron a Islandia, azotaron los puertos y robaron todo lo que encontraron. Aún hubo más desgracias para la desgraciada Islandia. Hacia 1627 los argelinos llegaron a costas islandeses, secuestraron a muchos pobladores y los vendieron como esclavos. Era el mundo al revés. La historia registra con dolor que eran los blancos los que iban al África a reclutar esclavos para comerciar con ellos. Islandia sufrió el fenómeno contrario: los africanos vendían como esclavos a los rubios islandeses.

En 1874 al cumplirse el milenio de la fundación del país el rey de Dinamarca visitó a su oprimida colonia con ocasión de las celebraciones. Recordemos que Ingolfur Arnarson se estableció como primer colono permanente en "la bahía humeante", como llamó a la que seria Reykjavik, la capital del país. Era el año 874, considerado desde entonces como el año de la fundación del país. Aprovecharon los islandeses y presentaron al monarca danés una especie de "Memorial de Agravios" pidiendo la independencia. El orgulloso monarca hizo caso omiso de las peticiones y accedió a algunas solicitudes, pero no a la independencia.