Mucho se ha hablado sobre el ayuno, una práctica que en la mayoría de los casos va relacionada con la religión, las creencias personales y tradicionales. A lo largo de la historia, judíos, musulmanes y católicos se han abstenido voluntariamente durante diferentes periodos de tiempo (desde un día hasta un mes, como Ramadán) de todo tipo de comida, en algunos casos de alimentos como la carne o de líquidos como agua o alcohol.
Más allá de las creencias de origen espiritual, quienes promulgan el ayuno total o parcial mencionan beneficios directos sobre la salud, entre ellos la desintoxicación o eliminación de toxinas como método milagroso y eficaz para la pérdida de peso.
Sin embargo, esta práctica no solo es efectiva para tales fines sino que entraña importantes consecuencias. Aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes, diferentes tipos de cáncer, osteoporosis, problemas  renales y hepáticos. Además de contribuir sustancialmente a la adquisición de inadecuados hábitos alimentarios con la consecuente repercusión a largo plazo (sobrepeso, obesidad o trastornos del comportamiento alimentario).
Este punto requiere especial atención, sobre todo si se trata de población vulnerable con unas necesidades energéticas y nutricionales incrementadas debido al estado fisiológico presente (embarazo, lactancia o adolescencia) o a una patología en curso (enfermedades crónicas).
Ante la epidemia actual de obesidad en el mundo, de la que no somos ajenos, los profesionales de la salud que trabajamos en esta área unimos esfuerzos y creamos estrategias para potenciar una alimentación saludable y equilibrada frente a la continua aparición de "dietas milagrosas" y prácticas de riesgo que se imponen y proliferan en redes sociales  y medios de comunicación. Los anuncios de "adelgazar con ayuno" o "el ayuno para adelgazar de forma natural" están al alcance del público, pero pueden tener graves consecuencias.
En la adolescencia el desarrollo de la imagen corporal, la búsqueda de identidad e independencia y la aceptación son condiciones intelectuales y emocionales que pueden afectar el estado nutricional, ya que se come fuera de casa y en horarios irregulares.
Por si fuera poco, esta etapa de la vida, que sucede entre la niñez y el completo desarrollo del organismo, lleva intrínseca una actitud y comportamiento arriesgado donde los jóvenes se sienten más adultos y no prestan atención a los consejos sobre lo que es mejor para su salud. No miden los riesgos inmediatos ni a largo plazo. Todo este caos emocional y los estereotipos implantados por la sociedad en la que vivimos favorecen al desarrollo de prácticas alimentarias y de control de peso dañinas para la salud como las dietas restrictivas, uso de laxantes, consumo de alimentos inapropiados o el mismo ayuno.
Los adolescentes no son conscientes de la realidad, de que no se trata de dejar de comer sino de comer bien. El ayuno durante unos días o semanas no garantiza la pérdida de peso y las consecuencias pueden comprometer seriamente la salud porque se deja de comer lo necesario para suplir las necesidades que conducen al normal desarrollo físico y psíquico.
Además, se aumentan los riesgos de presentar trastornos de la conducta alimentaria como anorexia, bulimia, atracones, sobrepeso, obesidad, y malnutrición llevando, en muchos casos, a situaciones clínicas de cansancio excesivo, debilidad, falta de concentración, interrupción de la menstruación, en mujeres y el correcto desarrollo de los órganos, entre otros.
Para evitar todas estas complicaciones es muy importante la influencia de los adultos con su ejemplo y los buenos hábitos alimentarios adquiridos durante la infancia, tanto en casa como en los comedores escolares.
Los beneficios que se le atribuyen al ayuno no están sustentados científicamente, los riesgos si.

*Nutricionista Dietista Clínica
Universidad Nacional de Colombia
Educadora acreditada en Diabetes
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