Jorge Enrique Pava


El irrespeto constante al que nos vemos sometidos los pasajeros de Avianca hacia y desde la ciudad de Manizales, está llegando al extremo de convertirse en un atentado contra la dignidad de toda la ciudad. Esa aerolínea, aprovechando su condición monopolista, nos vende los tiquetes más caros del mercado; nos cambia horarios, rutas y destinos; nos hace perder tiempo, dinero y posibilidades; nos atropella, nos viola y nos sacrifica; nos aísla, nos priva de oportunidades y nos pone en desventaja frente a las demás ciudades de Colombia. Y los manizaleños, por nuestra condición de personas cultas, pacientes y tolerantes, soportamos silenciosos todas estas anomalías y cada vez recibimos más afrentas y más violaciones de nuestros derechos. ¡No más!
Ya los usuarios estamos reventando y la paciencia está llagando al límite. De ahí nuestra reacción el domingo 27 de octubre cuando nos negamos a bajar del avión en la ciudad de Pereira, después de un retraso de más de ocho horas en el vuelo Bogotá-Manizales.
El vuelo 9816 programado para las 8:56 a.m. fue aplazado en varias oportunidades aduciendo que el aeropuerto La Nubia se encontraba cerrado. Esta disculpa, ya recurrente, manida y supuestamente creíble, es la que suelen entregarnos los funcionarios de Avianca casi todos los días. Pero ese domingo las cosas pintaban peor: cuando varios pasajeros recogimos testimonios, fotos y evidencias de que era falso que La Nubia se encontraba cerrado, nos cambiaron la versión por la de que era Eldorado el que se encontraba cerrado, mientras por nuestra sala de espera desfilaban pasajeros de vuelos para diferentes destinos nacionales, y para ellos el aeropuerto de Bogotá sí funcionaba normal y ágilmente.
Aún así, seguíamos esperando pacientemente en medio de la impotencia, la rabia, la desazón y la amargura. ¿Qué más podíamos hacer? Finalizando la mañana nos informan que el vuelo había sido cancelado definitivamente y que tendríamos que viajar con destino final hacia la ciudad de Pereira, en el horario de las 3:30 p.m. A pesar de seguir en una espera silenciosa, los ánimos se iban caldeando y la falta de información ayudaba a que la incertidumbre creciera y la impotencia se acrecentara. Pero la actitud de una funcionaria de Avianca que nos atendía en forma displicente, cínica e irónica llenó la taza. Ya no aguantamos más y nos trasladamos hacia las oficinas de la empresa acompañados de un funcionario de Aerocivil y de la Policía Nacional. ¡Exigíamos una solución inmediata!
Y mientras en esas oficinas nos recibían con evasivas, disculpas idiotas y ninguna explicación coherente, las pantallas anunciaban la salida del vuelo Bogotá-Manizales de las 2:40, y el funcionario de Aerocivil nos notificaba que en ningún momento del día el aeropuerto de Manizales había estado cerrado. ¡Y ahí fue Troya! No estábamos dispuestos a transigir en una solución diferente a que se nos respetaran nuestros derechos y nos enviaran directamente a Manizales. No era justo con los pasajeros, dentro de los cuales se encontraban señores de edad, niños de brazos y señoras delicadas de salud. Pero la empresa se negó rotundamente y no dejó otra salida que enviarnos por Pereira a los pasajeros que había acumulado durante la mañana y parte de la tarde, y que entraríamos en un avión como un hato que hay que meter al redil a como dé lugar. De ahí que se presentaran dobles asignaciones de sillas y otro motivo más para protestar.
Pero Manizales estaba presente. Y la solidaridad de grupo se hizo visible cuando propusimos que, al llegar a Pereira (a eso de las 4:30 p.m.), no nos bajáramos del avión en señal de protesta y para sentar el precedente de que los manizaleños merecemos respeto y que no estamos dispuestos a que se sigan violando nuestros derechos, ni insultando nuestra dignidad. Increíblemente la respuesta fue masiva; el tesón de esta raza se impuso, y distinguidas señoras y señores viajeros con destino a Manizales, atendieron el llamado y se quedaron en sus asientos después de que aterrizó el avión en Pereira, hasta la hora pactada que era la 6:00 p.m. 28 pasajeros de Avianca nos negamos a bajar (mientras nos cocinábamos de calor) y exigimos que nos llevaran los formularios de quejas para diligenciarlos y entregarlos en el avión y, a la vez, para dejar en claro que conocemos nuestros derechos y que las cosas cambian cuando los manizaleños nos unimos para defender causas comunes. (El periodista Yesid López, quien regresaba de Santa Marta en las horas del mediodía fue incluido en ese vuelo hacia Pereira y tuvo la oportunidad de cubrir la noticia).
Para Avianca es muy fácil violentarnos e irrespetarnos. Al fin y al cabo es un monopolio y nuestras alternativas, por ende, son demasiado escasas. Y para ellos es un negocio. Un tiquete Manizales-Bogotá-Manizales tiene un costo cercano a los 600 mil pesos. Mientras que el costo de un tiquete Pereira-Bogotá-Pereira vale 250 mil pesos. Luego, Avianca nos ofrece la ruta y los vuelos desde Manizales; nosotros adquirimos el servicio al costo más alto, para que la empresa termine por entregarnos un servicio que no compramos, en unos horarios que no establecimos y en un destino final que nunca escogimos. ¿Y nos devuelven dinero, o nos compensan por los perjuicios? ¡No! ¡Respeten, carajo!
Estas líneas las escribo como homenaje a unas damas y unos caballeros que nos acompañaron estoicamente en la protesta pacífica que elevamos el pasado domingo dentro del avión de Avianca. Y para hacer un llamado a nuestros gobernantes para que nos ayuden a buscar opciones nuevas que nos permitan tener un transporte aéreo decente, cumplido, respetuoso y que signifique el fin de este monopolio que está limitando nuestra interacción comercial y retrasando enormemente nuestras posibilidades ante el mundo. (¡Y hay quienes dicen todavía que Aerocafé es solo un embeleco! ¡Qué tal!).
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