Jorge Raad


Dos temas con sus respectivas acciones le incumben a todos los colombianos, ellos se encuentran en el Congreso: La reforma tributaria y los aspectos legales de la muerte bajo ciertas consideraciones, denominado por algunos genéricamente como eutanasia.
En lo tributario nadie quiere pagar más impuestos y de los que le corresponde en equidad. ¡Vaya diferencia! Pero en Colombia, que es un país alcabalero, no se pierde oportunidad alguna para que se impongan nuevos tributos, una costumbre antiquísima que fue incrementada en América desde los conquistadores hasta la actualidad. Cada vez es más amplia la lista y los montos de las rentas para el Estado.
Las cuentas y depósitos nacionales, departamentales, distritales y municipales nunca alcanzan. Pero si se observa cómo los dineros se pierden abundante y permanentemente desde las arcas estatales, inclusive por pésimas administraciones de lo cual hay ejemplo por doquier hasta en los entes académicos, ¡Qué pereza, corrupción, la actividad más costosa para los colombianos! Se comprenderá entonces que jamás habrá un punto de equilibrio entre lo que ingresa y lo que se necesita, independientemente del crecimiento de la población, las nuevas inversiones y gastos.
Ojalá los nuevos ingresos a cualquier repartición del Estado sean exclusivamente para los nuevos proyectos sociales o ampliar y consolidar el número de colombianos que tienen derecho por Constitución o ley a tener lo mínimo en todos los frentes de la vida cotidiana. Nunca para subsanar los despilfarros en los entes privados.
Una clasificación absurda de buen gobernante o legislador o directivo se basa en demostrar que ha aumentado la tributación por la vía que sea sin las más mínimas consideraciones y que por lo tanto sus cofres se encuentran supuestamente bien. Hay que recordar que el Estado no está para ganar y atesorar dineros porque esta acción no cumple la función benéfica que le corresponde.
Con la reforma o sin ella, en Colombia todos, absolutamente todos pagan impuestos ya sea en forma directa o indirectamente. Al hacer los ejercicios de restar y sumar, trasladar y concentrar, todas las reformas terminan produciendo una mayor tributación por todos. No es sino hacer las cuentas. Los economistas del Estado son inmejorables técnicos en convencer de que no habrá impuestos nuevos, pero la realidad es otra. Las reformas generalmente son avaladas o modificadas por el Congreso, sin cambio en las cantidades totales. Al fin y al cabo, también les corresponde en forma Institucional y personal, parte de los gravámenes.
En el segundo aspecto, hay que rememorar que las mujeres pedían hace varios años al pie de su imagen cristiana preferida que la muerte le sobreviviera en la gracia de su Señor y de repente, dos condiciones a las que tiene derecho cualquier persona, aún sin firme convicción religiosa. Pero además es una aspiración muy humana desde los enfoques estrictamente físico y psíquico, que la lleva a suplicar que no haya dolor en sus instantes finales de vida.
En la consideración del tránsito entre la vida y la muerte, las personas tienen consideraciones filosóficas, religiosas, médicas, familiares, de amor u odio, de restricción y de tolerancia. Inclusive, también económica para la familia, de algunos.
El Maestro Juan Mendoza Vega ha definido el tema con sencillez y profundidad al escribir el pasado domingo: "La eutanasia es hacer o dejar de hacer algo, con la intención de cortar la vida de una persona que así lo ha pedido, porque está sufriendo de manera intolerable y no hay otra manera real de aliviarlo".
Continúa el presidente de la Fundación Pro Derecho a Morir Dignamente: "Suspenderle a un enfermo los tratamientos que ya no le sirven, sin intención de cortar su vida, no es eutanasia". Hay que considerar, como lo hace él, que la Corte Constitucional reconoció el derecho que le asiste a toda persona, hay que enfatizar el significado de persona, a resolver sobre su vida en cualquier momento. Dos premisas fundamentales para la decisión: Es individual y opcional. Lo dicho: Es un asunto de todos para aceptarla o rechazarla.
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