Efraim Osorio


El verbo ‘asistir’ tiene acepciones diferentes (la Academia de la Lengua le asigna diez), pero en esta nota sólo interesan las dos siguientes: "Acudir a cierto sitio y estar en él" (concurrir) y "Contribuir con los propios medios o esfuerzos a que alguien salga de un apuro o mala situación" (ayudar, socorrer, favorecer). La acción o efecto de este verbo, con estos dos significados, es ‘asistencia’. Pero el adjetivo que se forma de este sustantivo con la desinencia ‘-al’, ‘asistencial’, se refiere sólo a la segunda acepción ("perteneciente o relativo a la asistencia, especialmente la médica o la social"), por ejemplo, "el programa asistencial del gobierno es insuficiente". El presbítero Efraín Castaño le acomoda el adjetivo a la primera acepción, equivocadamente, sin duda. Esto escribió: "Nuestro amigo agradeció ese gesto de invitación pues en verdad estaba dejando la frecuencia asistencial a los actos parroquiales…" (LA PATRIA, 13/11/2013). Lo que "nuestro amigo estaba dejando" era "la concurrencia frecuente a los actos parroquiales" o "la asistencia frecuente a…". Y, más popularmente, "…pues en verdad estaba dejando la ida frecuente a los actos parroquiales". Fenómeno cada vez más extendido.
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Parece que la columnista de El Tiempo Laura Gil, sabe inglés. Lo digo por el empleo que le da al sustantivo ‘latitud’, con un significado anglicanizado, en esta oración: "Un gobernador necesita algo de latitud para decidir" (El Tiempo, 13/11/2014). El vocablo inglés es ‘latitude’, al que, además de su significado primario de "Anchura; extensión de un lado a otro", el diccionario Webster le asigna este otro: "Extensión o desviación de un principio acordado: libertad en la aplicación de normas y límites; laxitud". En este sentido, que no lo tiene el término castellano ‘latitud’, lo emplea la columnista del periódico capitalino. Podría argumentarse que, además, de ‘ancho, anchura’ y ‘extensión’, la palabra ‘latitud’ tiene también el sinónimo de ‘amplitud’. Sí, es cierto, pero éste se aplica únicamente a ‘extensión’ y ‘dilatación’, pues la sinonimia no es aplicable, generalmente, en un ciento por ciento. ‘Amplitud’ es el término apropiado en la frase de la señora Gil, no como sinónimo de ‘latitud’, sino según esta acepción que le da El Diccionario: "Capacidad de comprensión intelectual o moral"; mejor, con su sinónimo de ‘punto de vista’, y, mejor aún, con el de ‘laxitud’ (muy a la colombiana); pero no, para sustentar mi criterio, con ‘generosidad’, sinónimo también de ‘amplitud’, por ejemplo, cuando decimos que "fulano de tal es muy ‘amplio’, a saber, muy ‘generoso’. En resumen: ‘latitud’ y ‘amplitud’ son dos términos sinónimos, pero sólo en algunas de sus acepciones.
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En su página dedicada a los jóvenes o quinceañeros, titulada TEEN (en inglés, si no estoy mal, a no ser que sea un error de imprenta), LA PATRIA presenta un artículo dedicado a las relaciones personales de los muchachos, que, entre otras cosas, dice: "No tener proxemia (cercanía a una persona): estar a más de dos metros del interlocutor" (12/11/2013). Este término, ‘proxemia’, que no está asentado en ninguno de los diccionarios corrientes, y de acuerdo con Wikipedia, fue inventado por el antropólogo Edward T. Hall en 1963 para "describir las distancias medibles entre las personas mientras estas interactúan entre sí". Él la llama ‘proxémica’ (en inglés, proxemics). En otra fuente leí que es parte de la semiótica ("Ciencia que estudia los sistemas de signos"). Evidentemente, el elemento principal de este terminacho es ‘próximo’, común para algunos idiomas, pero su desinencia me dejó mirando para el páramo, porque puede ser ‘-ica’ (‘proxémica’) o ‘-ia’ (proxemia). La primera "aparece en adjetivos e indica relación con la base derivativa. Periodístico, humorístico, alcohólico"; la segunda, "aparece en sustantivos femeninos, generalmente abstractos, en su mayoría heredados del latín. Vigilia, eficacia, ignominia". Entonces… mejor no sigo, porque, como no soy antropólogo ni nada que se le parezca, me pego la enguaralada del siglo. De todos modos, ahí quedan las nociones.
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No he leído al señor Octavio Cardona León, pero, según una fuente fidedigna, esto escribió en EJE XXI: "Solo por excepción se ven los de tránsito infraccionando a los conductores de los jeep" (21/10/2013). ¿Cómo, señor, se infracciona a alguien? La primera interpretación que le di a la frase fue ésta: Los policías de tránsito, primero, hacen cometer a los conductores la ‘infracción’, y, después, los ‘parten’. Pensé luego que la barrabasada esta se metió o se está metiendo en la jerga de eso que llaman "Circulación y Tránsito". Si esto es así, desmontemos la carpa y perdámonos. El verbo ‘infraccionar’, aunque es tontería mencionarlo, no existe. Existe, sí, y no es tontería, el colombianismo ‘partir’, que Alario di Filippo, en su Lexicón de Colombianismos, define así: "Quitar un agente de la policía la licencia para manejar un vehículo", acepción limitada, porque, entre nosotros, ‘partir’ abarca toda notificación escrita (‘parte’) que la autoridad le entrega a los infractores de las normas de tránsito, no siempre con la pérdida del ‘pase’. Más todavía: La palabra ‘jeep’ ha sido adaptada al castellano en la forma ‘yip’, con su plural ‘yips’. Sin embargo, dice el Diccionario Panhispánico de Dudas, se recomienda el nombre ‘todoterreno’. ¿Sí habrá quien acate esta directriz?
La VEINTITRÉS: Ya no hay por donde transitarla, ni quien la despeje.
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