Con un poco más de calma -ya pasadas algunas semanas desde el hecho- debo plantear una reflexión pendiente e inaplazable. Una niña nuestra murió de manera violenta en el campus universitario y de manera doblemente trágica, en el hecho estuvo involucrado otro estudiante.
La situación de la Universidad de Caldas, a raíz de este lamentable hecho, no pudo ser más compleja y paradigmática. Nos atraviesa un profundo dolor humano, al que debemos añadirle la necesidad de pensar sobre nuestra condición universitaria.
Las familias y los estudiantes confían en nosotros, como los formadores integrales de seres humanos. Los hechos son tozudos y ahora más que nunca es pertinente preguntarnos sobre el papel educador. La visión de nuestro Proyecto Educativo Institucional -la de contribuir a formar integralmente ciudadanos- ¿cómo la estamos cumpliendo?
Un primer asunto para la reflexión universitaria debería ser el de saber comunicarnos para convivir, una estratégica necesidad de las sociedades. Precisamente, la primera condición de la comunicación es la capacidad de escucha. Es común en nuestra sociedad que ante cualquier afirmación o hecho, la reacción de algunos -pública, por lo demás- sea la de quien no escucha, sino que simplemente oye, desde sus prejuicios.
Y con no menos frecuencia, cualquier conflicto -que, generalmente nace del prejuicio y la incapacidad de escuchar las almas, tanto la propia como la ajena- se convierte en una lucha de vanidades. Allí surge una segunda dificultad para comunicarnos: es la lucha de egos, que por lo general termina degenerando el conflicto, en irrespeto entre las personas.
Silvio Sánchez, fallecido exrector de la Universidad de Nariño, cuando quiso proteger a su universidad ante la muerte violenta de algunos estudiantes en su campus, denunció el sensacionalismo, que hace "una interpretación caprichosa [de los hechos]" y decía que "eso sí es poner un mundo en sospecha".
Pero su reflexión fue más allá y señaló a la tergiversación como una causante directa de la violencia entre los seres humanos: "Lo que más daño hace al ser humano es la mala información. No tanto las armas, cuanto el manejo del lenguaje (…) Estar del lado de la murmuración nos mata. Estar del lado del discurso que promueve la verdad es el deber de la universidad".
Ante las graves circunstancias que vivimos en mayo del 2012, pero que aún nos atraviesan lo que más importa es la vida. Y lo que duele, tanto como la propia muerte violenta, es la extraña reacción de silencio -tan común en nuestro país- ante hechos como este.
Se percibe cierta insensibilidad, como si nos estuviéramos acostumbrando -como sociedad- a lo peor, pero eso no puede ser en una universidad. Más que minutos de silencio o marchas, lo que amerita un incidente como este es el de la movilización desde la razón, desde el espíritu, desde la academia, desde la investigación. Una movilización desde nuestras conversaciones y desde nuestros salones de clase.
Por ello, es necesario invitar a toda la comunidad universitaria de Manizales -donde el ejemplo lo deben dar los mismos docentes- a reflexionar, a proponer construcciones académicas que revaloricen al ser humano en el proceso educativo. El conocimiento, como fin de la Universidad, tiene sentido solo si en medio de él, logramos formar seres humanos integrales.
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