Flavio Restrepo Gómez


Se hundió a pupitrazo forzado el engendro de Reforma a la Justicia, que nos quisieron meter a hurtadillas la mayoría de indignos congresistas que tenemos en el parlamento. La hundieron los que la habían aprobado, sin siquiera haberla leído, sin un asomo de vergüenza, que vergüenza no han tenido alguna vez.
No les quedó más remedio. La presión de una sociedad civil, todos los días más enterada del acontecer, impidió a punta de mensajes, trinos y solidaridad que ese esperpento jurídico, pasara inadvertido, nos llenara la Constitución de simios, esos micos impúdicos, solo salidos de la caterva de mediocres congresistas que deshonran el Congreso, más interesados en su bienestar particular, en las prebendas que no merecen y en las que ni merecidas son legales.
Cuando todo parecía estar consumado, en el último debate del cual sacaron al Ministro de Justicia, como cuando en la cueva de la fábula, en los salones del parlamento, buena parte de los parlamentarios, en el cuento los ladrones se marchan, aquí, como en el cuento, la sociedad civil actuando como Alí Babá, entra en la cueva y se lleva el secreto a casa, para hacerlo público en las redes sociales, armando un estruendoso rechazo a las andanzas indecentes de esos bandidos que tenían el tesoro indeseable en sus manos, para hacerlo notorio y oponerse a él, con no más fuerza que la de la unión de voluntades y el rechazo a la vulgaridad e indecencia de quienes nos manejan.
El hermano rico de Alí Babá, aquí el ministro Esguerra, acude a la cueva para llevarse algo del tesoro, pero en su avaricia y nerviosismo ante las riquezas, olvida las palabras mágicas para salir de la cueva y los ladrones le encuentran en ella sin otra salida que la de renunciar, para que según él, pudiera ir a su casa con la frente en alto. Basurilla estulta que le sirve de disculpa a quien se dejó meter semejante monstruo, sin haberse percatado antes de ello, sin objetarlo en el tiempo que tuvo para hacerlo con verdadera dignidad.
Como en el cuento, cuando Tasin no regresa, su hermano, aquí el Presidente, va a la cueva a buscarlo y encuentra su cuerpo, llevándolo a casa. Con la ayuda de los otros personajes de la vida pública, hace una alocución en la que dice, haciéndose el héroe, que asume la responsabilidad, toda la responsabilidad que objeta la opereta. Como en el cuento, en secciones extras y rapidísimas, más rápidas que Deprisa, los atolondrados congresistas, como la esclava Mariana, logran enterrar apropiadamente, pero con hipocresía, como queriendo no levantar sospechas, la putrefacta Reforma a la Justicia.
Los congresistas indecentes, como los ladrones en el cuento, viendo que el cuerpo de la Constitución había sido descuartizado, advirtieron que alguien más sabía su secreto, entonces tenían que localizarlo. Los primeros intentos fueron frustrados por los más indignos de todos, los que le dieron el retoque final, esos que le introdujeron más fango a última hora, hasta que haciéndose los pendejos, se vieron cogidos en la trampa por la opinión pública. Como en el cuento, fueron frustrados por Mariana, ahora al servicio de la familia de Alí Babá, aquí la sociedad civil.
Los congresistas, haciéndose los bobos (que para eso no necesitan actuar), como los ladrones, se hacen pasar por comerciantes de leña media, necesitado de la hospitalidad de nuestro Alí Babá, llevando con él mulas cargadas con cuarenta tinajas, una llena de aceite, las otras treinta y nueve con los ladrones de la banda.
Los congresistas planean ahora por otro lado, movidos por José Obdulio, destruir de un solo tajo la Constitución del 91, así como los ladrones planearon matar a Alí Babá cuando éste dormía, lo que impidió Mariana, que descubrió y frustró el plan, matando a los ladrones ocultos en las tinajas, llenándolas de aceite hirviendo.
Eso es lo mismo que tenemos que hacer los ciudadanos, sin el apoyo de políticos perversos, ni de grupos de poder, para rasgarles las investiduras y remplazar ese Congreso, por uno con individuos dignos, que no se consigan en las compra-ventas políticas. Cuando el jefe, como en el cuento, vaya a buscar a sus hombres, descubrirá que todos están muertos políticamente y huirá, no sin antes, como ya lo anunció, haber dado cristiana sepultura a la Vicepresidencia con su cartel de burócratas inútiles, que cuestan mucho dinero, no hacen nada distinto a recorrer el mundo en busca de apoyo para candidaturas fracasadas, para luego, deprimidos, someter al país a las apoplejías que nos mantienen en cuidados intensivos, como una democracia que agoniza a diario.
Pero hay que estar preparados. Los ciudadanos no podemos bajar la guardia, porque estos buitres políticos, expertos carroñeros, volverán con su andanada, como en el cuento, cuando el jefe de los ladrones, en venganza, algún tiempo después, se establece como mercader y traba amistad con el sobrino de Alí Babá (que ahora estaba a cargo del negocio de Qasim). Es invitado a cenar en casa de éste, pero Mariana le reconoce, ejecuta una danza con una daga en honor de los comensales, clavándosela al ladrón en el corazón, cuando éste estaba desprevenido. Así, la historia termina felizmente para todos, salvo para los cuarenta ladrones y Qasim, de la misma manera en que debe terminar en Colombia para los congresistas inescrupulosos, cuando con la determinación del honor, que algunos magistrados por casualidad todavía tengan, les decreten la muerte política.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015