María Leonor Velásquez Arango


El pasado 14 de febrero, con motivo de la celebración del día de San Valentín en Estados Unidos, el diario The Washington Post publicó una clasificación sobre los países donde la gente se siente más amada. Colombia ocupó el puesto 33 entre 136 países; no obstante haber obtenido, en diciembre pasado, el primer lugar en el ranking de felicidad que realiza la firma Gallup, entre 54 países en el mundo. Los países donde aparentemente la gente se siente más amada son Filipinas, Ruanda, Puerto Rico, Hungría y Chipre y los países donde la gente se siente menos amada son Bielorrusia, Georgia, Kirguistán, Mongolia, Uzbekistán y Armenia.
La medición del índice de Felicidad Bruta Interna o Felicidad Nacional Bruta -como se denomina el indicador- se realiza a través de un cuestionario de 180 preguntas que considera nueve dimensiones: bienestar psicológico, uso del tiempo, vitalidad de la comunidad, cultura, salud, educación diversidad medioambiental, nivel de vida y gobierno. La medición de sentirse amado se realizó a través de una encuesta de percepción en la que se preguntó a las personas si se habían sentido amadas el día anterior.
Parece un poco sospechoso haber quedado clasificados en el primer lugar de felicidad, con los niveles de pobreza que aún tenemos en el país. Según cifras de la primera semana de 2013, 16 millones de colombianos son pobres -esto es aproximadamente el 34% de la población- y 10% de esta cifra vive en pobreza extrema. Sería interesante saber si este resultado proviene de la aceptación de la forma de vida que cada uno tiene o si tiene que ver con dificultad encontrar otras posibilidades en su vida.
Y si estamos en el primer lugar en cuanto a felicidad ¿Por qué no estamos en el mismo nivel en la percepción de sentirnos amados? Por supuesto, cabe el argumento de que estas dos mediciones no son comparables porque se utilizaron instrumentos diferentes. Sin embargo, podríamos pensar que felicidad y amor, especialmente en un país latino como el nuestro, donde las emociones ocupan un sitio importante frente a otras culturas, deberían estar directamente relacionados.
No voy a tratar de definir la felicidad porque creo que es un tema muy complejo y probablemente cada uno tenga su propia definición. En mi opinión, la felicidad es una actitud ante la vida y tiene que ver con la capacidad de ‘sentir, soltar y sonreír con el corazón’, esto quiere decir vivir en el aquí y el ahora, sin querer que el pasado regrese y dejando a un lado cualquier expectativa sobre lo que vendrá, como dice el Dalai Lama: "Solo existen dos días en el año en que no se puede hacer nada. Uno se llama ayer y otro mañana. Por lo tanto hoy es el día ideal para amar, crecer, hacer y principalmente vivir".
Con relación al amor, creo que el tema es todavía más complicado; sin embargo, desde una perspectiva también muy personal, diría que tiene que ver con reconocer que tanto el otro como yo, con nuestras diferencias somos parte de una unidad que nos permite acercarnos, apoyarnos, valorarnos. Un sentimiento que nos lleva a construir juntos sueños y nuevas posibilidades. Una emoción que nos ayuda a equilibrar las cargas y aceptar que no somos tú o yo, que somos tú y yo los que integramos la familia, el grupo, la comunidad, la empresa, la sociedad.
¿Será que como sociedad, pasaríamos el examen de la felicidad y qué tal el del amor? Tengo la sospecha que estaríamos un poco ‘rajados’ en los dos porque parece que, como sociedad, tenemos muchas máscaras y armaduras que nos protegen de mostrarnos como somos; es probable que tengamos miedo a sentirnos vulnerables. Sin embargo, es la vulnerabilidad la que nos permite estar abiertos para conectarnos con el otro. Y si, como presiento, detrás de la llamada buena educación y ciudad culta lo que estamos haciendo es esconder o negar nuestras emociones ¿Cómo vamos a saber si somos felices y cómo vamos a conectarnos de una manera genuina con el otro?
En el periódico El Tiempo de este domingo, el psiquiatra español Luis Rojas Marcos decía que tal vez los colombianos, nos hemos vuelto inmunes ante el conflicto armado y la desigualdad, temas que hemos excluido de los factores que determinan la felicidad; en su opinión y de acuerdo con numerosos estudios, está demostrado que las buenas relaciones, de pareja, de familia, de amistad o por una causa común ‘son la fuente más rica de alegría y el mejor antídoto contra los efectos de las desgracias’. Según Rojas la cohesión familiar, la sociabilidad y la solidaridad son los factores que contribuyen al alto nivel de felicidad obtenido en la encuesta.
Si usted me siguió hasta aquí es porque el tema no le es indiferente y es que ¿quién no quiere ser feliz? El psiquiatra Rojas dice en su entrevista que siempre le ha impresionado que detrás de las fantasías suicidas está la aspiración de un más allá mejor. Me gustaría invitarlo a revisar lo que hace usted en un día normal ¿cuántas de estas cosas le producen felicidad? ¿cuáles de las que no lo hacen feliz podría simplemente dejarlas de hacer o más bien podría empezar a disfrutarlas? El secreto de la felicidad, como dice la famosa frase de León Tolstoi ‘no está en hacer siempre lo que se quiere, sino en querer siempre lo que se hace’.
La capacidad de disfrutar y hacer las cosas desde el amor son dos elementos que nos permiten abrir nuevas posibilidades para nuestra vida, es como si nos pusiéramos un nuevo par de anteojos para mirar la realidad. Esta es mi invitación de hoy porque estoy convencida, además, que este es uno de los elementos fundamentales para que podamos construir una mejor sociedad y un mejor planeta.
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