Álvaro Gartner


En Papel Salmón del 25 de enero salió el ensayo ‘Tal vez seamos cultura, pero no de la alta cultura’, firmado por Andrés Felipe Ríos. El autor se basó en el libro ‘La civilización del espectáculo’ de Vargas Llosa, para lamentar que el afán de entretenimiento y la obsesión por la tecnología relegaron a segundo plano la cultura, con la complicidad de la prensa.
Como estoy identificado con algunas apreciaciones de Ríos, no pretende esta Cuartilla desvirtuar sus planteamientos de fondo, ni cuestionar su escritura farragosa ni sus saltos de un tema a otro, pues son asuntos de forma. Mejor ahondaré en un aspecto que pasó por alto, como es la identidad que surge de tener consciencia de la cultura propia.
En sentido contrario, la inconsciencia cultural deriva en vacío de identidad. Mal de la mayoría de colombianos.
El título del ensayo pone en evidencia tal vacío. Como el autor no explicó qué es alta cultura, se deduce que es la proveniente de Europa. Y si hay alta cultura, es porque también la hay baja, o sea, la nuestra. Así es como nos han educado.
Aparte de contener tal concepto la negación o la minusvaloración de lo propio, también muestra que sigue confundiéndose cultura con arte. Éste es la expresión estética de aquella y reflejo individual de una forma colectiva de entender la vida.
Si esto se reconoce, no tiene por qué hablarse de jerarquías culturales, porque las culturas no son comparables, ni menos confrontables. ¿Cómo se puede afirmar que una tarantela italiana o una danza cosaca son más auténticas o más estéticas que un bambuco colombiano? Imposible. En cambio sí se podría decir que un cuadro de Chagall es más bello o mejor elaborado que uno de Botero, sin que constituya vacío de identidad. Es gusto.
Por eso soy enemigo de los concursos, porque enfrentan culturas. Así, el fallo del jurado es decir que una cultura es mejor que otra. Como consecuencia, el perdedor abandona la suya. Además, privilegian lo académico sobre lo autóctono.
En cambio, creo que la cultura del entretenimiento sirve para difundir la propia cultura: los encuentros de Expresiones Autóctonas en Ginebra y de Músicas Andinas en El Queremal, ambos en el Valle; el Encuentro de la Palabra en Riosucio, entre muchos, cumplen con esa misión. Y algunos concursos musicales académicos.
Las nutridas concurrencias a esos certámenes reflejan la necesidad colectiva de conocer las culturas propias. Pero como en ellos omiten la didáctica porque no hay quién explique, algunos públicos se aferran a seudoculturas o contraculturas casi siempre patrocinadas por dineros raros, como la salsa y el reguetón. También la ignorancia lleva a destruir lo que se dice amar, como ocurre con el Carnaval de Riosucio.
En ese aspecto los medios de comunicación tienen responsabilidad, porque en función de “la noticia vende” renunciaron hace años a una dimensión natural del periodismo: la didaxis. Si antes la tridimensionalidad era informar-opinar-educar diciéndole a la gente qué es lo importante, hoy es malinformar-manipular-entretener limitándose a recoger lo que un público con vacío de identidad cree querer.
Ejemplo propio: el vacío de identidad de Caldas no es carecer de cultura, que la tiene en cantidades, sino creer que es prolongación o variante de la antioqueña. Así, la Feria de Manizales es paisólatra, por ignorar que en realidad los antioqueños se apoderan de manifestaciones culturales caldenses para decir que son suyas.
* * *
El poder destruye culturas. No solo alcaldes ignorantes que modifican por decreto toponimias ancestrales o adoptan formas foráneas para disimular sus carencias intelectuales.
También la autoridad eclesiástica de cultura: un obispo de Pereira, de cuyo nombre no quiero acordarme, resolvió asignar la feligresía del resguardo de Nuestra Señora de la Candelaria de La Montaña, en Riosucio, a la parroquia de San Sebastián en lugar de La Candelaria, cuyo origen está en esa comunidad desde hace más de 400 años. En cambio la otra ha sido secular rival.
Con tal determinación, las fiestas patronales a la virgen que organizan los campesinos y no los curas, han sufrido modificaciones y perdido expresiones seculares. Aunque todavía son esplendorosas.
Se pregunta uno si ciertos sacerdotes son presbíteros por sufrir de presbicia, lo que les impide ver lo evidente. O solo sufren de vacío de identidad o hacen parte de la alta cultura. Lo que quiera que ello signifique.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015