Álvaro Gartner


Suelo leer los comentarios de los lectores de periódico, tanto en las secciones de cartas como al pie de algunos escritos. Entre la balumba de sandeces de quienes salen a ventilar sus pequeñeces se entreveran opiniones interesantes, algunas de las cuales llevan al periodista a reflexionar sobre su propio artículo.
Bajo mi reciente columna Gardel pasó por Riosucio (junio 26), Héctor Fabio Herrera hizo una anotación que transcribo tal como apareció: "Bueno Alvaro, esa historia la cuenta Jaime Rico Salazar pero dice que es Ansema en la ciudad donde descanso la caravanda una noche a y en Supia. El Señor Rico es un historiador ansemreño, vive en Medemmil y esta semana contó la historia y no involucro a Riosucio". (Espero que el corrector entienda que es documento original).
La apostilla refleja la manera como las tradiciones orales viajan solas para surgir en diferentes lugares. Ello ocurre cuando los narradores se sienten identificados con ellas y las consideran como propias. Entonces acomodan hechos y nombres al entorno local. También insinúa la vieja rivalidad entre Riosucio y Anserma, poblaciones vecinas con idiosincrasias disímiles, que no viene al caso comentar acá.
Sin necesidad de analizar demasiado, llegué a la conclusión de que cuando era joven, Rico debió escuchar la versión del velorio en Anserma, pero ya adulto no confirmó su veracidad para saber si era un hecho histórico o un simple relato oral. Sin duda, para él y para los ansermeños resulta motivo de orgullo haber tenido durante una noche, en su población, los restos del cantante. Y muy bueno que conserven la creencia.
Pero para quienes buscan la verdad histórica detrás de la leyenda, un par de detalles permiten concluir que los despojos mortales del Zorzal permanecieron durante una noche en Riosucio, y no en Anserma ni en Supía. Se hallan en la historia regional y son claves para comprender procesos y ratificar hechos.
El primero, la carretera: en diciembre de 1935, cuando Armando Defino, albacea de Gardel, empezó el largo proceso de repatriación de los restos, ya estaba en uso la carretera Riosucio-Anserma-La Virginia-Pereira-Armenia. El tramo que une las dos primeras poblaciones había sido inaugurado en julio de 1933, dos y medio años antes del traslado.
Por tanto, no tenía objeto llevarlos en mulas hasta Anserma, lo cual duraba un día desde Riosucio, cuando se podía transportarlos en camión, en dos horas. Eso demoraba el viaje de 30 kilómetros en aquella época. No es de creer que Defino sacrificara rapidez y comodidad para rendir homenaje a la arriería, cuando su interés era llegar pronto a Buenos Aires.
El segundo detalle es geopolítico: en 1935 Riosucio tenía más desarrollo que Anserma y Supía, en razón de su vieja condición de capital provincial. Primero lo fue del enorme municipio de Toro, cuando pertenecía al Estado Soberano del Cauca, hasta 1886. Y de ahí en adelante fue cabecera de la Provincia de Marmato, aun después de la creación del Departamento de Caldas.
Debido a ello y a que todavía era alto en el camino durante los largos viajes de la época, en Riosucio había hoteles que no tenían otros pueblos comarcanos. Y estaba la sucursal de Expreso Ribón, la empresa contratada para llevar los restos de Gardel.
Dicho sea de paso, por esa razón en la población disfrutaron de temporadas de zarzuela con la española Compañía Luque en 1897 y de ópera en 1916 con la Natilli de Italia; un año antes habían actuado Julio Flórez y Emilio Murillo. También se presentaron el cubano Trío Matamoros en 1933, y el arpista hispano Nicanor Zabaleta y el coro ruso Los Cosacos del Don en los años 40, entre otros.
Con este panorama, es difícil pensar que el velorio de Gardel hubiese tenido lugar en otro pueblo distinto de Riosucio. Y si luego se demuestra que también lo hubo en Anserma, pues deben recuperar la historia, no contar de oídas.
Todo esto demuestra que la expresión "historiador ansermeño" que con tanta veneración incluyó Herrera en su comentario, no es garantía de infalibilidad del designado, sino juicio de valor de quien la dijo. Esto no desconoce los enormes conocimientos de Jaime Rico en historia de la discografía.
El inolvidable Otto Morales Benítez citó a Lucien Febre en su comentario a mi libro Los místeres de las minas: "El historiador no es el que sabe, sino el que investiga para llegar a saber".
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