Álvaro Gartner


Entre los 32 departamentos colombianos, Caldas está en el puesto 29 en extensión. Solo supera a sus vecinos Risaralda y Quindío, y al Atlántico. Con sus 7.888 km² cabría casi 14 veces en el gigantesco territorio del Amazonas.
El caldense está ocupado por casi un millón de habitantes, los cuales están conectados por un decente sistema de carreteras y diversos medios de comunicación. Lo cual permitiría suponer que Caldas funciona como una sociedad en la cual todos se conocen, halan para el mismo lado y coexisten en las diferencias culturales.
Sin embargo, no hay nada más desconocido que Caldas para los caldenses. El desconocimiento surge de la falsa creencia de que esto se lo inventaron los antioqueños y es un clon de Antioquia.
También surge de la negación. Es la resistencia a reconocer su fascinante diversidad, derivada de las culturas indígenas prehispánicas y las mulatas caucanas, tolimenses y antioqueñas que la poblaron, con pinceladas hispanas, alemanas e inglesas que configuraron el actual Caldas.
Consecuencia de tal negación es la existencia de grupos humanos invisibles para el resto del departamento. Son reductos culturales de gran autenticidad en enorme riesgo de desaparición.
En primer lugar, hay que mencionar las comunidades negras del occidente: Guamal y Obispo, en Supía; Quiebralomo en Riosucio, Echandía y El Llano en Marmato. ("¡Negros en Caldas, jamás!" será la reacción del blancaje manizaleño, tan orgulloso de sus sobrevalorados ancestros andaluces. Olvida, niega o ignora esa élite que Andalucía es más norteafricana que europea y que allá hubo negros de Senegal desde el siglo XIV. No es sino escuchar el cante jondo flamenco para comprobar que el aliento de África recorre los salones del Club Manizales).
Guamal es un reducto de africanía en Caldas. Su devoción a santa Ana y santa Lucía ratifica la existencia de secretos cultos de santería, que hoy se cree exclusivos de Cuba. La imagen de la primera santa, traída desde Quito con todas sus joyas por los esclavos de los Moreno de la Cruz en el siglo XVIII, debería ser atractivo turístico.
También hay vestigios de santería en Marmato, donde el fervor se distribuye entre santa Bárbara y san Antonio de Padua. Los santos se disputan las oraciones de la población y con ello se reafirma el enfrentamiento entre Changó y Eleggua, deidades africanas veneradas a través de aquellos dos santos.
El mismo corregimiento San Juan de Marmato es un caso singular en Colombia: es la única población de este país fundada por alemanes, los hermanos Karl y Wilhelm Degenhardt, en 1836. (Caldas se ve desde Marmato muy diferente a como se ve desde Manizales).
En el ámbito indígena, los cuatro resguardos de Riosucio son más o menos reconocidos y sus culturas divulgadas por las investigaciones de Julián Bueno y por las Danzas del Ingrumá. Este folclorólogo es autor del único tratado sobre la influencia africana en la zona andina que se conoce.
En cambio, son completamente invisibles y desconocidos los resguardos de Totumal en Belalcázar y de La Albania en San José de Caldas, ambos emberas, estos sí. ¿Alguien en el departamento puede hablar algo de ellos?
La negación de lo indígena se verifica en el recuento de la mal llamada colonización antioqueña. Hasta donde sé, ningún historiador habla de las comunidades emberas que los exploradores hallaron en los actuales Salamina y Pácora. Como tampoco de la que Fermín López encontró en el hoy Manizales, posiblemente quimbaya.
También ocultas permanecen las veredas donde se cultiva el pasillo en Aguadas, con características propias y maneras de bailar auténticas. Un pasillo propio al que se niega entrada al festival de esa población, donde aplauden a intérpretes de merengue.
Invisibles son también las supervivencias del siotís alemán en Salamina. O el esplendor de los arrieros de Pensilvania. O los vestigios de trajes típicos en casi todo Caldas. Son culturas propias que desaparecen o se sumen en el secreto por falta de reconocimiento.
Este recuento somero demuestra que nuestro departamento no es simple prolongación de Antioquia, ni su hija. Es un territorio espiritualmente independiente con culturas propias y poca o ninguna influencia de la supuesta matriz.
Con el embeleco de lo antioqueño, a Caldas le está pasando lo mismo que a Cali con el cuento de la salsa: le están matando su verdadera identidad.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015