Álvaro Gartner


Los contemporáneos que alguna vez me conocieron, ya me olvidaron. Esa sería razón suficiente para guardar silencio. Pero el hábito de escribir en periódicos cultivado durante cuatro decenios impide hacerlo, pasando por alto temas que agitan el espíritu y mueven la sociedad. Por eso, aquí estoy.
Sí, soy periodista. Periodista caldense, para más señas. Nacido y criado laboralmente en LA PATRIA, casa editorial a la que debo mucho de lo que soy. Emigré hace años a Cali, donde presté servicios en el diario El País, la emisora de la Fundación Carvajal y el canal Telepacífico. También en las universidades Autónoma de Occidente y de San Buenaventura.
Pero jamás me desvinculé de Caldas, comarca de la cual he seguido con atención sus acaeceres. No he sido espectador pasivo, pues me dediqué a investigar la historia del occidente del departamento, aprovechando la cercanía con los archivos del Cauca y del Valle, en los cuales se puede hallar registro de los acontecimientos que dieron origen a algunas poblaciones nuestras y al departamento. Mucho de ello está consignado en tres libros que publicó la Universidad de Caldas. Ah, también he escrito para Papel Salmón.
Al terminar mis compromisos laborales en Cali, tomé la determinación de regresar, a riesgo de caminar como un extraño entre los míos. Con temor de no ser reconocido por quienes me conocieron o no reconocer rostros que antes fueron familiares.
Uno de quienes me reconoció fue el Director de esta casa, el Dr. Nicolás Restrepo, hijo del inolvidable Dr. Luis José, el guía que me permitió hacerme como periodista. Además, nieto del Dr. José, a quien veía de lejos cuando yo era corrector adolescente en la vieja sede de la 20 con 22. También guardo gratitud por Javier Giraldo Neira, maestro que me encauzó por los senderos de la redacción y el análisis.
Por ese reconocimiento hoy estoy aquí reapareciendo como columnista. El espacio se titulará ‘Cuartilla’, mismo que usé desde 1977, cuando Augusto León Restrepo me permitió escribir en estas páginas. Saldrá cada quince días, tanto para no fatigar a los lectores, si los hubiere, como para minimizar el riesgo de escribir bobadas…
¡Ay, Dios! Regla de oro del columnista es no escribir de sí mismo, ni de sus asuntos personales. Y comencé transgrediéndola. Ustedes perdonarán.
Prometo no volver a hacerlo. Pero necesitaba decir: "Déjenme que me presente", como si fuera María de los Guardias.
* * *
Ahora sí, a lo que vinimos: fue reelegido Juan Manuel Santos, con muchos votos y escasos méritos. Tampoco los tuvo para su primer mandato, pero vendió una imagen que sedujo -y engañó- a sus electores. Estos lo respaldaron sin pensar que si hizo las cosas mal en su primer gobierno, seguramente las hará peor en el segundo.
Como no todo es enteramente malo, hay algunos motivos para mirar con beneplácito esa reelección. Tal vez el más importante es la esperanza de que Santos conserve en el Ministerio de Cultura a Mariana Garcés Córdoba. Razones hay para considerarla como la mejor ministra que ha tenido esa cartera en su historia: gestora de leyes para el cine, los espectáculos públicos, la recuperación del patrimonio arqueológico en manos de particulares y la del patrimonio cultural sumergido.
También ideó el plan nacional de lectura y escritura ‘Leer es mi cuento’ e impulsó declaratorias de la Unesco para las músicas de marimba y cantos tradicionales del Pacífico Sur; el sistema normativo wayúu; el conocimiento tradicional para el manejo del mundo de los indígenas del río Pirá Paraná en Vaupés y para el Paisaje Cultural Cafetero, que tanto beneficiará a Caldas, Risaralda, Quindío y Valle.
Además, es la única ministra de Cultura que ha hecho algo por Caldas. La única que ha recorrido el departamento conociendo de cerca sus procesos culturales e interesándose en sus manifestaciones autóctonas. La única que dio impulso a las Danzas del Ingrumá, de Riosucio, solitario exponente de las danzas folclóricas investigadas de verdad.
Pero Santos podría no respaldar a Mariana Garcés, en uno de sus típicos e incoherentes bandazos. O ésta poner punto final a su gestión. Si así es, las esperanzas de tener cuatro años de bueno gobierno ya no serán pequeñas; serán microscópicas.
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