Álvaro Gartner


Dos fiestas alborotaron el cotarro caldense estos días. Dos maneras de celebrar distintas: la Feria de Manizales aun en desarrollo, y el Carnaval de Riosucio cuyos últimos fulgores se apagaron a la medianoche del miércoles.
Escasos cien kilómetros separan una de otra, pero sus notables diferencias reflejan concepciones disímiles de la vida. Prueban otra vez que Caldas tiene enorme variedad cultural y no es homogénea como predican los antioqueños para considerarnos sus hijos, así ellas tengan poca y ninguna influencia paisa. Pero ese es otro tema.
Lo único en común que tienen la feria manizaleña y el carnaval riosuceño es su tiempo de realización, pues está incluido en el calendario litúrgico, en el periodo denominado carnestolendas o tiempo de la carne. Transcurre entre el 28 de diciembre y el segundo lunes de febrero, de marzo o hasta de abril. El día siguiente es el carnaval propiamente dicho, que viene del latín ‘carne levare’ o sea, ‘quitar la carne’. Y llega el Miércoles de Ceniza, comienzo de la Cuaresma o cuarentena de purificación para la Pascua. Tiempo de arrepentimiento.
Antes de renunciar a los placeres mundanos el pueblo se sacia de fiestas. De modo pues, que durante un lapso que oscila entre 46 y 96 días, las multitudes del mundo occidental (incluidos Manizales y Riosucio) se liberan de sus prejuicios sociales y su situación económica para festejar, cambiar de genio y desdoblar su personalidad al dejar salir todo lo reprimido.
Mientras una feria la organizan unos pocos, quienes determinan qué se hace, dónde y cómo, el carnaval lo hace el pueblo para el pueblo. En ambos hay participación colectiva: en la primera como espectadora; en el segundo como celebrante.
La feria tiene componentes económicos, y aunque haya eventos fijos en cada edición cambia el programa. El carnaval es un acto cultural ancestral y se guía por un rito, que no por festivo es menos serio y profundo. Por lo tanto, debe cumplirse todo para consumar el propósito de desfogar las energías lúdicas y alistar el espíritu para la renunciación de la Cuaresma.
Hay quienes gustan de la feria y los hay que prefieren el carnaval. Y también los que para gustar de uno denuestan del otro. Recuerdo a Carlos Ernesto González cuando en los años 70 era elemento vital en Fomento y Turismo, y antes de cada desfile ferial advertía a voz en cuello: "¡Esto no es un carnaval!", porque no toleraba disfraces. Y no tartamudeaba para decirlo el gran Caregón.
La feria les viene bien a los deseosos de esparcimiento, de jolgorio y baile sin que se ricen las tersas aguas de la sociedad. Por eso, a excepción de desfiles y conciertos, algunos de sus actos se celebran a puerta cerrada.
En cambio en el carnaval desaparecen las clases sociales: no hay ricos ni pobres, negros ni blancos, feos ni bonitos. Todos son celebrantes del mismo ritual que pone en entredicho los valores sociales, económicos, políticos y religiosos. Su gran escenario sea la calle.
Mientras en la feria la ruptura con la cotidianidad se manifiesta en el uso del sombrero (aguadeño y caldense, por supuesto), y eventualmente del poncho, en el carnaval la máscara borra diferencias. Al ocultarse detrás de ella para parodiar o hacer mofa, la personalidad del celebrante se extrovierte para ejercer con alegría la crítica social.
Ello conlleva juegos que en tiempos normales la gente no se atreve a jugar, como son los de coqueteo y seducción. Las mujeres, normalmente recatadas, se vuelven audaces los días de carnaval, porque la inversión de los valores cotidianos les permite tomar la iniciativa.
La feria se hace si hay presupuesto y manos diestras en organización. El carnaval surge de la predisposición colectiva al disfraz. A través suyo la sociedad se parodia a sí misma. Los pueblos que festejan son más sanos espiritualmente, porque a través de sus fiestas comunitarias exorcizan las malas energías. Y con la catarsis se preparan mejor para los días de recogimiento. De ahí que las celebraciones de la Semana Santa en Manizales y en Riosucio sean fastuosas, devotas y de profunda espiritualidad. Y para entender ese fervor se debe recordar que en la capital celebran feria y en el pueblo carnaval, festejos con los cuales se preparan para honrar a Dios. Quien peca y reza…
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015