Álvaro Gartner


El fenómeno del Niño que nos recalienta sin compasión, es uno de los más intensos en mucho tiempo, quizás el más caluroso que recordemos quienes hemos pasado ya por varios. En los anteriores, el secamiento de manantiales, hontanares u ojos de agua no fue tan notorio ni dramático como ahora. Da grima ver numerosos cauces sin una gota y en silencio, aun en las montañas más espesas. Por lo mismo, el servicio de acueducto se halla en niveles de precariedad que debían asustar hasta a los más inconscientes.
Más allá de que esta anormalidad climática tenga una recurrencia que fluctúa entre tres y siete años, con diversos grados de intensidad, la actual está signada -y agravada- por el hecho de que la Tierra parece comenzar una nueva era geológica, el Antropoceno, que sustituirá el Holoceno o lo sustituyó. Durante esta era de 11.700 años el ser humano se transformó en lo que hoy es. Para bien y para mal.
La nueva fue denominada así por considerarse que la influencia del comportamiento humano sobre la Tierra en los recientes siglos es tan notoria que propició cambios radicales en el planeta. El nombre fue acuñado por Paul Crutzen, premio Nobel de química 2000.
Aunque los científicos que conforman el Grupo de Trabajo del Antropoceno todavía no se atreven a declarar el cambio de era, quizás lo hagan antes de finalizar este año. Las señales de los cambios inducidos por la especie humana en la Tierra son tantas, que tal vez no tengan elementos de juicio para considerar que continúa el Holoceno.
Algunas señales son: el 75% de la superficie terrestre que no está cubierta de hielo ya no se encuentra en su estado original, pues ha sido modificada por la actividad humana. Es impresionante la cantidad de especies animales y vegetales extinguidas por mano del hombre (y de la mujer); el número de animales domesticados y plantas cultivadas superaría a las que están en estado salvaje; y es enorme el intercambio de especies entre los continentes. Todo ello indica que nuestra vieja Pacha Mama ya no es lo que solía ser.
También atentan contra ella: el abuso con materiales contaminantes como aluminio, cemento y plástico. La minería y la agricultura intensivas, ésta última con su carga de fertilizantes, herbicidas e insecticidas. Las humaredas que emanan de máquinas impulsadas por combustibles fósiles; la radiación que causan las pruebas nucleares.
La apertura de carreteras acelera los procesos erosivos. La construcción de grandes represas disminuye la entrada de sedimentos nutritivos a océanos y ríos, con el consecuente empobrecimiento de las aguas. Y resulta que en los recientes 60 años han sido construidas a razón de una por día en todo el mundo.
Hasta el turismo, que promocionan como “la industria sin chimeneas”, no es menos contaminante. La facilidad para viajar propicia el cambio de usos del suelo y la modificación de ecosistemas costeros en beneficio de los viajeros y perjuicio de la naturaleza.
La lista es más larga, pero podría resumirse en que las marcas distintivas del Antropoceno son: la sobrepoblación humana, que causa aumento en el consumo de recursos; el consumismo desaforado y el acelerado desarrollo tecnológico. Todo ello estimulado por la inconsciencia y el despilfarro en los países del Primer Mundo.
Lo que estamos viviendo no es de ahora, ni de ayer. Se remonta a los comienzos de la Revolución Industrial, que empezó a finales del siglo XVIII. A tal grado llega el deterioro de la Tierra por mano del hombre, que aun si lograra detenerse el cambio climático no podría recuperarse lo perdido.
Aun sin ser aceptado oficialmente el Antropoceno, hay que relacionar la intensidad de este fenómeno del Niño con la nueva era geológica. Así el calenturiento chiquillo se vaya en marzo o abril. A diferencia de los anteriores, con éste es de temer que los nacimientos de agua que se secaron por causa de la sequía, no vuelvan a manar.
Es una fuerte voz de alerta de lo que se vine encima... o ya cayó. ¿Esta vez se escuchará? Es de dudar. Como dice el ambientalista Jaime Diego Botero, quien lucha para que esa joya vegetal llamada comino crespo, no engrose la lista de especies extintas, en las ciudades no se preocupen. Ya viene el iPhone 10.
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