Recuerdo que hace unos 15 años, en medio de la peor recesión económica al final del siglo XX, decían algunos en Manizales: el último cierra la puerta. El pesimismo era total, habían cerrado empresas, tener empleo se convertía casi en un lujo y la emigración hacia otros países y ciudades era notable. Muchos amigos y familiares se fueron bien lejos; la mayoría nunca volvió.
Tres lustros después, podemos decir que algunos signos no son muy positivos: por ejemplo, la hermosa idea del Portaviones del Café, la cantidad de tierra movida más grande del mundo en ceniza volcánica, sigue siendo un sueño lleno de nubes, del cual no sabemos (o no nos han querido decir) quién se quedó con tanta platica en los bolsillos y que, en verdad, es una buena interpretación de Macondo en la más bella zona cafetera colombiana. El entierro de tercera que le dieron a Procuenca, nuestro banco de agua y oxígeno, es lamentable, en medio de un planeta que entrega los peores signos de deterioro ambiental.
El Gobierno local, además, hizo una especie de bombardeo en la Comuna 2, dejando miles de desplazados y un paisaje lunar como con heridas de guerra. Igualmente es cierto que aún no tenemos un sistema de transporte público centrado en el beneficio del usuario sino en la utilidad de los propietarios de buses y empresas que los agrupan.
Pero también es cierto que se han dado muchos cambios positivos, tal vez impensables hace unos años: por ejemplo, la sociedad civil se ha despertado, generando iniciativas de largo plazo entre iguales y no al decir u opinar de unos grandes cacaos que, en el pasado, eran los que determinaban la pauta. Encontramos iniciativas ejemplares como el Mandato por la Educación, Estoy con Manizales, el Parquesoft y la participación en proyectos nacionales tan importantes como Manizales Cómo Vamos. Hoy, las universidades trabajan más unidas, obtienen patentes, participan de proyectos de ciudad y la dinamizan. La Fundación Lúker jalona asuntos maravillosos como Escuela Activa Urbana, en juiciosa participación de las últimas alcaldías, al igual que Manizales Más que ha revivido el espíritu emprendedor y nos confirma que éste está intacto y refinado; de hecho muchas empresas se han ampliado y el empleo formal ha aumentado. Manizales incluso, recibe de vuelta a muchos que han vivido en el exterior o en la capital.
Hay otras buenas razones para ver el vaso medio lleno. Por ejemplo, la infraestructura ha mejorado sustancialmente: la culminación de la doble calzada a Chinchiná y Pereira, aunque entre Chinchiná y Santa Rosa siga siendo una vía sencilla, nos ha dado otra visión y velocidad de vida (logro que apalancó Germán Cardona en su segunda alcaldía). El Cable Vía, un sueño maravilloso, concretado gracias a la tozudez y visión del alcalde Luis Roberto Rivas, mejoró la calidad de vida de todos, especialmente de la gente de Villamaría; generó un verdadero hecho metropolitano integrando las ciudades. Ni qué decir de la expansión en La Florida, gracias al cuarto carril y a la visión y ambición de los constructores.
También está la renovación de la Catedral y del Teatro Fundadores y la vida nueva del sector del Cable gracias a la tienda Juan Valdez (los últimos dos fueron logros de Néstor Eugenio Ramírez). La infraestructura educativa ha crecido con nuevos colegios en la Comuna Norte, la creación de jardines infantiles, además de la renovación de varios edificios de la Universidad de Caldas, incluido el inicio de la construcción de su biblioteca, primera parte del Centro Cultural. También hay un hermoso edificio en la Universidad Autónoma y el actual alcalde se preocupa por embellecer y darle los parques al ciudadano.
En un año elegiremos de nuevo a un Director de Orquesta del Municipio. Esperemos que el público elija un líder como el que se merece una de las ciudades más queridas del país (según la encuesta de Cómo Vamos): el 82% por ciento de los habitantes pensamos que este "es buen vividero", el 81% nos sentimos muy orgullosos de Manizales.
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