En temas cruciales de país los debates se intensifican, en ocasiones con trazas de posiciones de apasionamiento político que nubla los asomos de la razón. Y los medios de comunicación a veces juegan su papel de confrontar la irracionalidad, entre tirios y troyanos, en busca del obsesivo “índice de sintonía”. La sensatez, la ponderación, la sindéresis, sí que hacen falta para afrontar cuestiones de tanto alcance como la solución política del conflicto armado. Hay quienes piensan con el deseo que a la mesa de diálogos debió llegarse después de la derrota militar de la insurgencia, pero después de sesenta años ninguno de los bandos ha sido derrotado, y el conflicto cruel sigue. De ahí lo trascendental, con cualquier riesgo, al haber abierto una mesa de diálogos que ha llevado a avances notables, a tal punto que se habla del “posconflicto”, pero con acierto ha de ser “posacuerdos”.
El Estado colombiano ha tenido mentes lúcidas, experimentadas, con capacidad de afrontar con racionalidad los más agudos conflictos. Y a la cabeza ha estado Humberto de la Calle, estadista de alta formación, probado en el liderazgo que tuvo en todo el proceso que llevó a la promulgación de la Constitución de 1991. Y ahora con resultados sorpresivos, en medio del escepticismo y las afrentas de más bajo calibre. De la Calle ha tenido reciedumbre y ha expresado con claridad y énfasis los criterios y avances de la negociación, en múltiples foros. Erguido en su responsabilidad sin dejarse provocar por la bajeza o la ruindad de los adversarios.
La convocatoria general se ha intensificado para conseguir múltiples convergencias y compromisos que puedan hacer camino de acierto hacia la paz, deseada y ‘definitiva’. Los programas agrarios son una prioridad para la incorporación de gentes al margen y para el desarrollo social y económico. La educación y la cultura también deben jugar un papel preponderante. De ahí el título de esta columna.
Refiero a Pedro Zapata como una personalidad emblemática, probada por años y años, en el trabajo creativo-constructivo con niños y jóvenes, con ejercicio de una política de infancia y juventud digna de ser estudiada y sistematizada. Primero fue en Manizales que se la jugó en el teatro, habiendo dado el paso al TEC de Enrique Buenaventura, con desempeño internacional. Luego asume la tarea de armar y promover las “jornadas juveniles”, en movilizaciones que conmovieron la ciudad. De esas experiencias se publicaron libros, de consultar: “Los parloteos”, “Libro de las preguntas”, “Infancias del agua”. Luego fue a dar a Medellín donde puso en práctica su capacidad asombrosa de crear empatía con y entre los jóvenes, con ejemplo extremo y alucinante al habérsele medido a forjar un encuentro entre “combos” o “pandillas” enfrentadas de la comuna 13. Y con despliegue de su capacidad creativo-poética logra que esos enemigos se miren, uno a uno, de cerca, cara a cara, en ritual de silencio. Luego describen con palabras habladas lo que leyeron en la mirada y en el rostro del otro.
Pedro ha sido hombre de continuas lecturas, de reflexiones profundas, siempre en relación con su trabajo vocacional con niños y jóvenes. Sus inquietudes lo han llevado a conectarse con personalidades mundiales, como en el caso del psicopedagogo FrancescoTonucci, el creador italiano de “La ciudad de los niños”, con recuperación de lugares abiertos donde los niños puedan jugar entre ellos, sin aislamientos ni talanqueras, con maneras de organizarse y disfrutar en placidez. Lo trajo a Colombia, en colaboración, y en especial a Manizales, para diálogos con alcaldes, universidades, ciudadanía en general, intentando modelar esa propuesta en algunas localidades. Tonucci sigue al tanto de las acciones de Zapata.
La experiencia más reciente la ha tenido por algunos años en Bogotá, donde desarrolló varios proyectos con niños y jóvenes de barrios marginales, como los del sector “Ciudad Bolívar”, en trabajo intenso y perseverante. De ese trabajo sale un “Diccionario” que recoge identificaciones de términos y expresiones de uso y creativas de ocasión, y un nuevo libro sobre el Agua, con las mejores identificaciones que los participantes consiguieron expresar en palabras y dibujos, con articulación del tema en eje de la vida y el acontecer, hacia la paz. El método parte de la motivación que Pedro despliega con la palabra espontánea, creadora y fértil, ante los chicos, lo que le permite ganar confianza y acentuar procesos de expresión en ellos. De esa manera se identifican problemas, ambiciones, deseos, lineamientos de política, en estado de plena espontaneidad.
Trabajo apasionado y convincente que convendría asumirlo en el período siguiente a la firma de los Acuerdos de La Habana, para aclimatar en la población más vulnerable: niños y jóvenes, el sentido de la coexistencia en la diversidad, con desarrollo de procesos de formación, creativos. Podrían formarse grupos de trabajo que Pedro Zapata prepararía, con aplicación en las diversas regiones de Colombia. El Antiguo Caldas podría ser región piloto.
Es cuestión de aprovechar la experiencia con resultados de una personalidad nuestra, comprometida con el mejor destino de las nuevas generaciones.
Humberto de la Calle tiene la palabra. También Guido Echeverri, gobernandor entrante.
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